Monseñor Juan Mari Uriarte. Maika Salguero

Uriarte, en las encrucijadas eclesiales y sociopolíticas

El obispo fallecido fue muy querido en Bilbao; sus reflexiones y ejemplo ayudaron a crecer y madurar a miles de cristiano

Lunes, 19 de febrero 2024, 00:33

Juan María Uriarte participó activamente, en 1959, en la organización de la primera misa que se celebró en euskera. Tuvo lugar en el valle de Arrázola y para ello se empleó el rito bizantino-melquita. Muy pocos años antes había sido ordenado sacerdote, pero todo ... el que le conocía sabía que su carrera eclesiástica no iba a dejar indiferente a nadie. Se convirtió, ya en 1976, en uno de los obispos más jóvenes del mundo y enseguida se hizo un personaje popular en la sociedad vizcaína. Aunque era obispo auxiliar de Bilbao, en realidad nadie negaba que él -y no el obispo titular- era quien lideraba la Iglesia de Bizkaia.

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Resaltó por su oratoria y por cultivar un destacado estilo literario en sus abundantes escritos. Obispos de muchos países, desde Chile hasta Hungría, le han solicitado que visitara sus diócesis e impartiera retiros y ejercicios espirituales a sus sacerdotes y laicos. Hombre culto y dotado de reconocidas habilidades sociales que enriqueció tras sus estudios de Psicología en Lovaina, no solo ha sido una personalidad crucial en la vocación cristiana de muchísimas personas, sino que también fue muy respetado y escuchado en el mundo sociopolítico. Es así que a nadie sorprendió, por ejemplo, que el Gobierno de España le reclamara para que mediara con ETA hace más de veinte años.

De hecho, el trabajo por la pacificación fue siempre una de sus prioridades pastorales. Apoyó decididamente al movimiento pacifista que giró en torno a Gesto por la Paz y que germinó, en buena medida, en las comunidades cristianas vascas. Ahora bien, Uriarte experimentó, al igual que muchos otros miembros del clero vasco, una evolución en su posicionamiento respecto al terrorismo, una vez que reconoció la insuficiente atención de la Iglesia hacia las víctimas. De manera que si bien siendo obispo auxiliar de Bilbao (1976-1991) muy rara vez se hizo físicamente presente en los funerales de los asesinados por ETA, sí presidió cada uno de los que tuvieron lugar en Gipuzkoa, una vez fue nombrado obispo de San Sebastián (2000-2009).

No sorprendió en 1991 su salida de Bilbao y su envío a Zamora como obispo titular. La Santa Sede, y en concreto el nuncio apostólico, estaban disconformes y hasta muy disgustados con la trayectoria que la diócesis de Bilbao estaba recorriendo. Eran los años centrales del pontificado de Juan Pablo II, quien había puesto en marcha un decidido movimiento de 'involución' o 'restauración', según cada cual lo interprete, en la Iglesia católica. Recuerdo un viernes del otoño de 1991 cuando una Basílica de Begoña repleta le despidió de Bilbao con una atronadora ovación y muchas lágrimas.

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¿Qué había ocurrido exactamente? Que, pocos años antes, la Santa Sede amonestó a los obispos de Bilbao por algunas de las propuestas de la Asamblea Diocesana (1984-1987) que, con su aprobación, se incluyeron en el documento final; como la solicitud de extinción del Estado Vaticano, la ordenación de mujeres sacerdotes, la desaparición del nuncio apostólico o la disolución de la vicaría general castrense. No consta que ninguna otra diócesis del mundo hubiera llegado tan lejos y Uriarte aparecía, en realidad, como el principal responsable de tal osadía.

Puede afirmarse que fue tan querido en Zamora como en Bilbao y como luego también lo fue en San Sebastián. Y Uriarte, como aficionado a la arquitectura religiosa que era, tuvo además que disfrutar de una ciudad y una diócesis que reúnen algunas de las mejores joyas del arte románico. Muchos años después, en su retiro bilbaíno, le oí decir que los mejores quesos y vinos los seguía recibiendo de Zamora.

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Su valía personal, tan fácilmente reconocible, hizo que nadie dudara de que llegaría el momento en el que la Santa Sede le pusiera al frente de una diócesis más populosa y más compleja. Es así que, transcurridos casi diez años, San Sebastián fue su estación final. El obispo José María Setién anticipó la presentación de su renuncia y previamente, con la mayor discreción, fue convenciendo a la Santa Sede de que Uriarte era el mejor candidato para relevarle. Uriarte era euskaldun, conocía a la perfección la realidad vasca, tenía sobrada experiencia para estos menesteres y sería muy bien acogido, a diferencia de lo que había ocurrido con el obispo Ricardo Blázquez a su llegada a Bilbao en 1995.

Antes del verano estuve charlando con él y recordando los momentos vividos. Aunque mermado físicamente, conservaba su capacidad de trabajo intelectual y seguía escribiendo y publicando. Le encontraron hace unos pocos días en el suelo de su despacho rodeado de su biblioteca tras sufrir un ictus. No dejará más bien material que esos libros, pero sus reflexiones, su testimonio y su ejemplo nos han ayudado a crecer y madurar como seres humanos y cristianos a muchas miles y miles de personas.

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