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El discurso que el miércoles, con ocasión de la inauguración del nuevo curso, pronunció el rector de la Universidad de Deusto, Juan José Etxeberria, había generado una especial expectación porque ser el primero de su mandato. Hay que advertir de que estas intervenciones cobran una ... particular relevancia en la vida de las universidades jesuitas. Es debido, en buena medida, a que por medio de los discursos que pronunció desde las tribunas de los centros de educación superior de la Compañía de Jesús repartidos por la mitad del planeta quien fue superior general de la orden entre 1983 y 2008, Peter Hans Kolvenbach, se fue perfilando o actualizando el paradigma universitario de la Compañía.
El discurso del ahora rector de Deusto fue muy completo, adquirió un cariz indisimuladamente programático y formuló un modelo universitario singular e innovador y que se alinea con el pensamiento de Kolvenbach.
El rector ubicó la identidad y la misión de Deusto en tres enfoques muy ambiciosos e interrelacionados y profundizó en cada uno de ellos: «Una universidad centrada en las personas, una Universidad que transforma y se transforma y una Universidad para una sociedad más justa».
Refiriéndose a optar por una «Universidad centrada en las personas», Etxeberria acude al legado del Humanismo y del Renacimiento, los años en los que la Compañía germinó, y apuesta por potenciar una «cultura vocacional» sobre la base de fundamentos pedagógicos de raíz indiscutiblemente jesuita e ignaciana (acompañamiento personalizado, formación integral...). «La vocación abarca mucho más de lo que hacemos o estudiamos; somos vocación», sentenció el rector.
Etxeberria hizo igualmente mención al trabajo de Deusto en el área de la inteligencia artificial, ahora tan en boga, y apeló a esta institución a reflexionar «ética y críticamente sobre ella». Quizá, en este sentido, puedan resultar de interés por ejemplo las aportaciones originales que el jesuita Pierre Teilhard de Chardin hizo hace mucho tiempo sobre la capacidad del desarrollo tecnológico, y lo que hoy llamamos inteligencia artificial, para abarcar a toda la Humanidad y para conducirla a una unidad espiritual máxima (Punto Omega).
Un segundo punto aboga por «una Universidad que transforma y se transforma». A este respecto, Etxeberria planteaba una Universidad que se centre «en el desarrollo integral de las personas, con especial atención a los más desfavorecidos y a la juventud». Y de ahí la obligación de que Deusto focalice el desarrollo de su oferta educativa en «donde más necesidad social existe».
La justicia constituyó el tercer pilar del discurso de Etxeberria. El protagonismo que el trabajo por la justicia social persigue lograr en el modelo universitario de Deusto y de los jesuitas es muy posiblemente el elemento más singular y diferencial de todos los que lo definen. Comprometerse seriamente y con decisión con la justicia social es un paso que va mucho más allá de los postulados y la praxis de la Responsabilidad Social Universitaria (RSU). Dicho esto, me atrevo a añadir que cualquier ciudadano que tenga una mínima sensibilidad social contemplará con simpatía el modelo universitario de Deusto.
En su reflexión sobre la justicia, Etxeberria también hablaba de los obstáculos con los que Deusto se topa para construir un proyecto «plenamente inclusivo», debido a que la Universidad «se sostiene gracias a las contribuciones de nuestras alumnas y alumnos». «Hay jóvenes a los que les gustaría venir a Deusto y no pueden», lamentó.
Al hilo de esto, creo que es justo y oportuno poner en marcha, por fin, un debate social abierto, sereno y también decidido que explore las posibilidades de financiación pública de las universidades de iniciativa social del País Vasco, sean Deusto, Mondragón y el campus donostiarra de la Universidad de Navarra. La experiencia de los centros de Formación Profesional, que no son de titularidad pública, puede servir como ejemplo de referencia.
También durante este curso se va a celebrar el 500 aniversario de la decisión de un Ignacio de Loyola de 33 años de estudiar latín en Barcelona, mientras impartía catequesis y seguía viviendo de las limosnas. Pensó, por primera vez, que dedicándose al estudio podía servir mejor a las «almas». Fue un punto de inflexión en su vida que, por supuesto, marcó también la decisión definitiva de la futura Compañía de dedicarse a la educación en colegios y universidades.
Después de Barcelona, Ignacio continuó con sus estudios en las universidades de Alcalá, Salamanca y París. En esta última ciudad, junto a otros estudiantes, fundó la Compañía. Y desde entonces los jesuitas han creado más de 200 centros universitarios hasta el momento.
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