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Puede parecer que Israel e Irán son países política y culturalmente antagónicos, pero en realidad el pueblo judío y la antigua Persia están unidos por lazos históricos milenarios. Es bien conocido entre los israelíes que fue un rey persa, Ciro II el Grande, quien en ... el siglo VI antes de nuestra era liberó al pueblo judío de la opresión del Imperio Babilónico y facilitó su repatriación al reino de Israel. Nada menos que el profeta Isaías lo llegó a calificar incluso de «Mesías», en el único versículo de la Biblia en el que sorprendentemente este título sagrado es conferido a un no judío.
También hay suficientes evidencias para ubicar la presencia continuada de judíos en la antigua Persia desde hace al menos 2.500 años. Posiblemente los primeros judíos comenzaron a asentarse allí en el siglo VIII antes de Cristo, cuando el Imperio Asirio se apropió del reino de Israel y parte de su población fue deportada. Otra ola más significativa de judíos recaló en Persia dos siglos más tarde, coincidiendo con el mejor documentado 'exilio babilónico'.
Hasta mediados del siglo XX residía en Persia una cohesionada y próspera comunidad de alrededor de 150.000 judíos, muchos de ellos dedicados al comercio y a profesiones liberales, tal y como era habitual también en otros países. Si durante la Edad Media y principios de la Moderna los judíos fueron expulsados de casi todos los reinos cristianos, esto nunca sucedió en Persia, a pesar de que, en ciertas ocasiones, tampoco allí estuvieron exentos de persecuciones, marginación social e, incluso, alguna terrible matanza. No obstante, este ha sido, como es bien sabido, el triste destino al que inevitablemente cualquier minoría religiosa ha estado abocada en momentos concretos de su historia, da igual en qué latitud habitara.
Persia reconoció el Estado de Israel en 1953, tan solo cinco años después de su proclamación y en el contexto del interés de los dirigentes del país por avanzar hacia un proceso de occidentalización y desligarse de la ruta política de las naciones árabes. Turquía fue el único país de mayoría islámica que se le anticipó. Sin embargo, la caída de la monarquía corrupta del Sha y la subida al poder del ayatolá Jomeini en 1979 enseguida trajo consigo la ruptura de las relaciones diplomáticas y el inicio de una particular 'guerra fría' entre los dos países que ha perdurado hasta hoy, y que solo se ha visto eventualmente interrumpida por ataques terroristas y militares perpetrados desde ambos lados.
Al inicio de la Revolución islámica, el número de judíos aún se cifraba en aproximadamente 100.000. Ya en las cuatro décadas previas, la tercera parte habían abandonado Persia rumbo principalmente a Israel, pero el temor al régimen liderado por el clero chií desató un 'éxodo' acelerado y masivo de judíos a este país y en menor medida a algunos otros como Estados Unidos.
La comunidad judía persa de Israel se ha ido desdibujando, ya que se ha entremezclado o integrado con otras de origen hebreo. Así pues, la lengua persa se va perdiendo paulatinamente en Israel, como también ha sucedido por ejemplo con el judeoespañol hablado por los inmigrantes sefardíes.
Por otro lado, no parece que, en la actualidad, queden más de 10.000 judíos en Irán. Con mayor o menor fundamento, su presencia en el Irán de los ayatolás y el respeto hacia sus organizaciones y prácticas religiosas ha servido de escaparate a las autoridades políticas para exhibir su tolerancia religiosa y política. Como otras minorías religiosas, los judíos cuentan también con una representación simbólica en el Parlamento iraní. En realidad, la supervivencia de la comunidad judía en Irán responde a que no es sionista (es decir, partidaria de la existencia del Estado de Israel) o a que, al menos, quienes sí lo son lo mantienen en riguroso secreto.
Ahora bien, en barrios ultraortodoxos de Israel viven varios miles de judíos que rechazan frontalmente su Estado y han colaborado con autoridades palestinas y hasta con Irán. Opinan que el Estado de Israel es algo así como una «obra diabólica», porque no se puede restaurar hasta que llegue el Mesías prometido en la Biblia. Algunos de ellos ondean o cuelgan banderas palestinas en sus balcones. También cabe decir que muchos de los primeros líderes sionistas (Herzl o Ben-Gurion, por ejemplo) no fueron propiamente religiosos, aunque sí emplearon la Biblia como instrumento político. A menudo eran más socialistas que judíos religiosos.
En suma, comprender con profundidad la complejidad cultural, religiosa y política del mosaico de Oriente Próximo constituye un imperativo para continuar explorando posibilidades de resolución de un conflicto que parece interminable.
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