Hoy recuerdo a Miguel Ángel Blanco. Recordar a Miguel Ángel Blanco es, para mí, recordar a todas las víctimas de ETA. Recordar todo el sufrimiento injusto padecido en Euskadi por supuestas razones asociadas a motivación política. Expreso mi reconocimiento a todas y cada una de ... las víctimas, fuera cual fuera el método, sean supervivientes o fatalmente fallecidas, a sus familiares y personas allegadas. Todas ellas merecen por igual nuestro respecto, apoyo y solidaridad. Todas sufrieron la crueldad de una violencia injusta y sin sentido.
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Es cierto que hay acontecimientos en la historia que adquieren una trascendencia especial y que producen una convulsión social que nadie había sido capaz de prever con anterioridad. El secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco, hace 25 años, fue uno de estos acontecimientos. Lo recordamos, aunque no fuera el primero, como un hito en la movilización social contra ETA. La crueldad demostrada aquellos días de julio llenó el vaso del hastío y multiplicó la protesta social en contra de ETA. Casi 14 años después ETA decidió dejar las armas y hace cuatro años se disolvió de forma definitiva y para siempre. Sin ninguna contrapartida, sin ningún objetivo conseguido y, todavía hoy en día, sin reconocer y pedir perdón por todo el sufrimiento injusto provocado.
Las personas marcan los acontecimientos sociales y, también, estos acontecimientos nos marcan como personas. Es mi caso. Hace 25 años era parlamentario vasco y formaba parte de la Comisión de Derechos Humanos y solicitudes ciudadanas del Parlamento vasco que presidía José Antonio Rubalcaba y que me cupo el honor de presidir posteriormente entre 1998 y 2008. Además, formaba parte de la ejecutiva del Partido Nacionalista Vasco en Bizkaia, el Bizkai Buru Batzar.
Han transcurrido 25 años pero recuerdo con total nitidez aquellos días que marcaron mi vida personal, política e institucional. Días que, quienes conformaban la Comisión, estoy seguro de que recordarán como también la visita al zulo en Arrasate. La liberación de José Antonio Ortega Lara, tras más de 500 días secuestrado, se había producido unos pocos días antes, el 1 de julio. De forma previa, nos habíamos concentrado ante la cárcel de Logroño en la que trabajaba y habíamos visitado a su esposa y familia en su domicilio de Burgos. La respuesta de ETA fue un nuevo secuestro, en este caso del concejal del Partido Popular en Ermua, Miguel Ángel Blanco. El final del secuestro estaba escrito desde el principio por los dirigentes de la organización terrorista ETA, pero fue gestionado con una frialdad y crueldad inusitadas.
Me consta que se hicieron esfuerzos de todo tipo por intentar convencer a quienes lo habían secuestrado para que no cumplieran su amenaza. Recuerdo que, con Javier Atutxa a la cabeza, decidimos movilizar a toda la organización del Partido Nacionalista Vasco para intentar que aquella amenaza que tenía fecha y hora, las cuatro de la tarde, no se produjera. Recuerdo aquellas pocas horas entre el secuestro y el asesinato, horas vividas con tensión acumulada, solidarizándonos con el Partido Popular, compartiendo con la mayoría de la sociedad vasca la esperanza de que ETA no cumpliera su amenaza, expresándola también en la manifestación multitudinaria de Bilbao.
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El día señalado decidimos estar juntos. Tras la manifestación, habíamos convocado una reunión de la ejecutiva, esperábamos un cambio, un milagro, que al final no se produjo. Recuerdo la incredulidad y la desolación de todas y de todos en el instante en que recibimos la noticia. Fue un momento desgarrador, como el del funeral y acompañamiento al cementerio en Ermua, que sigo y seguimos recordando como si lo estuviéramos viviendo en este mismo momento. Son momentos que incidieron en mí como persona y que siguen motivando en mí el compromiso con los valores de respeto a la vida y los derechos humanos, con el trabajo por la construcción de la paz y la convivencia social. Asocio este compromiso con el color blanco que representa la paz y lo relaciono siempre también con el recuerdo a Miguel Ángel y su familia. Goian bego!
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