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Cómo podemos asegurar la presencia del euskera en el mundo digital? ¿Cómo entrenar en euskera a la Inteligencia Artificial? Es el reto que las instituciones vascas planteamos este año para conmemorar el Día Internacional del Euskera. Y no es por una cuestión de moda. Todos ... los grandes conocedores de esta nueva realidad nos advierten de que las lenguas que no consigan encontrar su lugar en el mundo digital no sobrevivirán. Es, pues, un reto obligado e inevitable. Vivimos, cada vez más, entre pantallas, aferrados al teléfono móvil; los soportes y contenidos digitales se han impuesto en nuestra vida, en el trabajo o en nuestra relación a través de herramientas informáticas con el Ayuntamiento, Hacienda u Osakidetza. El mundo avanza hacia una completa digitalización y se trata de que logremos que el euskera y los vascoparlantes tengamos nuestro lugar en esta acelerada nueva época.
Buscamos un lugar para nuestra lengua en el mundo digital, de la misma manera que trabajamos para que el euskera tenga su espacio en nuestras relaciones, en la educación y la cultura, en el trabajo o el ocio. En fin, hablamos de integrar la lengua vasca en nuestras vidas; de que el euskera tenga, como dejó escrito el lingüista Luis Mitxelena en 1975, «un lugar suficiente, que asegure su continuidad y desarrollo sin aventuras maximalistas». Un lugar y una integración natural, que no va contra nada ni contra nadie y que, por el contrario, busca favorecer la convivencia y la integración en nuestro país.
La sociedad vasca ha apostado mayoritariamente por constituirse como una comunidad bilingüe, donde las mujeres y hombres que vivimos en ella podamos desenvolvernos en nuestras dos lenguas y, además, sepamos una tercera y una cuarta para comunicarnos en el mundo. Este objetivo exige, por un lado, un alto grado de consenso político y social y, por otro, la adopción de políticas lingüísticas que permitan avanzar es esa dirección, sin vulnerar los derechos de nadie.
Creo que es justo que en el día de nuestra lengua 'propia' reconozcamos lo mucho que hemos avanzado, en muchos ámbitos, especialmente entre las nuevas generaciones. Es el resultado de una actuación combinada que se ha desarrollado entre las administraciones públicas vascas, por un lado, y la mayoría de la sociedad vasca, por otro, bien mediante el compromiso de quienes, conociendo la lengua vasca, han empujado para ver reconocidos sus derechos lingüísticos, o bien mediante la adhesión de quienes sin saber euskera han apostado por que sus hijos e hijas lo aprendan a través del sistema educativo o de los euskaltegis. Pero quienes queremos vivir también en euskera no hemos conseguido aún superar la sensación de que hablamos una lengua minoritaria y aminorada, en situación de diglosia, y de que si no perseveramos podríamos verla desaparecer como otras tantas lenguas en la Tierra. Esta realidad nos obliga a seguir dando pedales para que la bicicleta del euskera no se caiga.
Vivimos un momento de efervescencia política en el que la cuestión de las lenguas ha irrumpido en el debate político en las instituciones vascas, españolas y europeas. Asistimos también a una discusión incendiada, primero, por los recursos interpuestos por algunas fuerzas políticas contra leyes y normas aprobadas por las instituciones vascas y, más tarde, avivada con sentencias dictadas por algunos tribunales vascos que han censurado aquellas. Sea cual sea el resultado final, no hay duda de que la normalización de nuestra lengua deberá seguir contando con nuevas normas y planes, y con un amparo legal que dé seguridad jurídica a la aplicación y desarrollo de estos. Pero los decretos y normas que se hayan de aprobar no garantizarán por sí solos el logro del objetivo propuesto. Hará falta el compromiso y la adhesión de nuestra sociedad, tantas veces mostrada.
Tampoco estaría de más que fijáramos unos objetivos compartidos, y definiéramos los medios a utilizar y los plazos para conseguirlos, para que el debate sobre la evolución del euskera y de su uso se plantee en términos razonables y no se sitúe siempre entre el fracaso denunciado por unos y la frustración permanente declarada por otros. Creo que la experiencia acumulada en estas últimas décadas nos puede iluminar sobre los aciertos y errores cometidos, y dar muchas pistas sobre el camino a seguir.
El reto digital es un buen ejemplo de ello. Hasta el momento hemos conseguido avances notables, pero falta mucho por hacer. Contamos con equipos universitarios y centros tecnológicos punteros en las tecnologías del lenguaje y la Inteligencia Artificial, y con los recursos económicos necesarios para financiar esta investigación. Estoy seguro de que contaremos también con el compromiso de la sociedad tanto para enseñar a las tecnologías inteligentes a integrar el euskera en su funcionamiento como para encontrar a nuestra lengua su lugar en el nuevo mundo digital que ya está aquí.
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