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Hoy, 3 de diciembre, celebramos el Día Internacional del Euskera, conmemoración que este año coincide con el final de Euskaraldia y el 40 aniversario de la Ley del Euskera. Una sugerente coincidencia para echar la vista atrás y repasar los retos que el presente nos ... plantea.
Durante los quince días que ha durado Euskaraldia una parte de la sociedad vasca ha querido mostrar su compromiso público y práctico con el uso del euskera. No siempre resulta sencillo, no es suficiente conocer una lengua para poder usarla. Hace falta coincidir con interlocutores que puedan hacerlo y eso no es siempre fácil. Por eso muchas personas nos hemos puesto una chapa en la solapa y hemos salido a la calle a descubrir a ese conocido, esa médica, a aquel comerciante o aquella compañera de trabajo que puede y quiere comunicarse en euskera. Ese es el principal objetivo de Euskaraldia, un ejercicio social y colectivo que nos apela sobre todo a quienes conocemos la lengua vasca y queremos comunicarnos en ella.
Nacidos en Euskadi o fuera, hayamos aprendido el euskera en casa, en la escuela o en el euskaltegi, vivimos el euskera como nuestra lengua y nos sentimos parte de un grupo humano que generación tras generación la ha recibido, la ha utilizado para convivir y comunicarse y ha mantenido con determinación el compromiso de transmitírsela a sus descendientes. Esa es la historia del euskera. Cada vez más personas formamos parte de esa comunidad lingüística, y usamos el euskera donde y cuando queremos y podemos, con un vigor poco frecuente entre las miles de lenguas en el mundo en peligro de desaparecer.
Ahora bien, esa vitalidad de hoy no es garantía de futuro. Menos en un mundo globalizado, abierto, digitalizado y cambiante como el que nos toca vivir. Nuestra lengua es una bicicleta en movimiento en la que constantemente hay que pedalear. Si dejamos de hacerlo, se detendrá y caerá. La Ley del Euskera, aprobada en 1982, nos ha dado la cobertura necesaria para traer hasta nuestros días la bicicleta del euskera. La ley y el decidido compromiso de una parte importante de la ciudadanía vasca, que en circunstancias complejas se ha empeñado en mantener la lengua propia y asegurar su transmisión.
La ley fue fruto de un meritorio ejercicio de consenso entre diferentes. Contó con el apoyo de PNV, PSE, UCD, EE y PCE. Los dos únicos votos en contra fueron los de Alianza Popular. En aquellos años, Herri Batasuna se vanagloriaba de no participar en las instituciones 'vascongadas'.
Aquel acuerdo transversal ha funcionado. Lo ha hecho como garantía legal del derecho que los hombres y mujeres que vivimos en Euskadi tenemos a elegir la lengua que preferimos usar en nuestra vida, derecho que no siempre ha podido ser ejercido. Y ha obligado a las instituciones públicas vascas y a todas las fuerzas políticas que las han gobernado (PNV, PSE, HB, EA, EE, EB-IU, Aralar, EH Bildu…) a adoptar medidas para asegurarlo.
En este tiempo, el uso del euskera ha ido creciendo, poco a poco, pero de forma ininterrumpida, y se ha hecho patente en la calle, en nuestra relación con las administraciones públicas vascas, el sistema educativo, los medios de comunicación o la actividad cultural, con el respaldo mayoritario de la sociedad vasca. Como retos para los próximos años están la tarea de crear las condiciones para extender el uso del euskera a ámbitos como el deporte o el ocio extraescolar, el comercio, la hostelería o el trabajo.
La Ley del Euskera plasmó hace 40 años una visión compartida, la de asegurar la convivencia lingüística en una sociedad bilingüe, formada por hombres y mujeres que conozcan nuestras dos lenguas oficiales. Es mucho lo que se ha avanzado. Ha sido un proceso que ha recibido el respaldo de la sociedad vasca y ha contado con la paciencia, la comprensión y la flexibilidad de quienes no siempre ven asegurados los derechos reconocidos por la ley. A buen seguro se habrán adoptado decisiones erróneas, a la vez que desde algunas posiciones minoritarias se ha preferido mostrar incomprensión y rigidez ante cualquier medida adoptada para impulsar la lengua vasca.
La supervivencia del euskera no es un asunto que nos incumbe solo a quienes lo hablamos. Es una misión que concierne al conjunto de quienes vivimos en esta sociedad si queremos convivir en ella con normalidad y respeto. Este objetivo exige un esfuerzo permanente de consenso y negociación, como el que hemos desarrollado por voluntad propia en Euskadi desde que accedimos al autogobierno con el Estatuto de Gernika. Tampoco olvidamos que se trata de un objetivo amparado por la propia Constitución española, cuyo artículo 3 establece que «la riqueza de las distintas modalidades lingüísticas de España es un patrimonio cultural que será objeto de especial respeto y protección». Así sea.
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