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Estupefacción y desconcierto sobresaltaron a muchos demócratas el domingo 23 de mayo al conocer que el vuelo FR4978 entre Atenas y Vilna era diligentemente desviado a Minsk, Bielorrusia, por un caza Mig-29. Acto seguido, dos pasajeros de los 171 a bordo eran secuestrados: el ... opositor bielorruso a la dictadura de Alexander Lukashenko Roman Protasévitch y su novia, Sofía Sapega. La 'performance' se iniciaba bajo una supuesta amenaza de bomba en el Boeing 737 de Ryanair, para concluir en un flagrante caso de represión transnacional en plena Unión Europea. Peligroso precedente para la Unión.
El exilio de los opositores políticos pacíficos obedecía hasta ahora a un código de 'no intervención' bastante compartido, seriamente respetado entre las naciones. Sucesos varios con categoría de 'terrorismo de Estado' han terminado con esta figura internacional: la zona neutra. Se acabó la protección que ofrecía la expatriación voluntaria; no hay tregua para los exiliados.
Los sátrapas no se conforman ya con tiranizar en casa. No dudan en reprimir, perseguir, torturar y asesinar en el extranjero. Decididos a minar el último recurso todavía a disposición del disidente político en los regímenes dictatoriales -el exilio-, martirizan dentro y fuera de sus fronteras. Estas transgresiones represoras brutalizan la escena internacional y representan pérdidas de humanidad para nuestra civilización. La Bielorrusia de Lukashenko ha violado las convenciones de Chicago sobre la aviación civil internacional y la de Montreal sobre la seguridad de la aviación civil.
La evolución de esta tendencia, la represión transfronteriza, se confirma según Freedom House, organización estadounidense en favor de los derechos humanos, como una clase de represión política ascendente; no es excepcional, se 'normaliza' y se convierte en una práctica institucional para aquellos países que quieren controlar a sus ciudadanos refugiados en el extranjero. Recientemente Pekín firmó con Ankara un tratado permitiendo la expulsión de los refugiados uigures en Turquía; retiene a dos ciudadanos canadienses y juzga a dos australianos por 'espías'. La Arabia Saudí de Mohamed bin Salman teje en Europa y EE UU redes para el manejo de su disidencia, con finales inciertos. Recuérdese el asesinato en 2018 de Jamal Khashoggi en Estambul.
Los envenenamientos con polonio-210 de Litvinenko en 2006, los de los Skripal también en Reino Unido en 2018, el Novitchok suministrado a Navalni en 2020; las ejecuciones de opositores chechenos en Europa, la explosión del depósito de municiones en la República checa en 2014 a cargo de los espías rusos Anatoli Tchepiga y Alexander Michkine; el mismo año, el derribo del vuelo MH17 sobre Ucrania con 298 civiles muertos. Todo ello otorga una presencia destacada a la Rusia de Putin en el listado de Freedom House sobre los regímenes empeñados en acallar a disidentes expatriados. El apoyo de Moscú a la operación de Lukashenko debilita un poco más el sistema jurídico internacional y cuestiona su participación en la 'familia europea'. En la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa, ¿qué defensa de la democracia, de los derechos humanos, del Estado de derecho puede ofrecer Vladímir Putin?
La sofisticación de las purgas transnacionales es obra de la digitalización. Asesinatos políticos en terceros países siempre se han conocido. Hoy, la novedad es este instrumento cibernético que prescinde de los territorios y permite 'trabajar' a distancia. Espiados en sus transacciones digitales, engañados, los disidentes escondidos, las diásporas camufladas, se ven hostigados por el chantaje de la encarcelación de los familiares que quedan en el país. Localizados los opositores, cabe hablar de secuestros, 'repatriaciones' y deportaciones a puntos del planeta en donde las confesiones se logran sin tantos miramientos con los derechos humanos.
En relación al concentrado de gansterismo de Lukashenko, Gideon Rachman, comentarista del 'Financial Times', recuerda que la CIA, durante la Guerra Fría, y ciertos países europeos en su época colonial cedieron gustosos a estas prácticas. Después de los atentados del 11 de septiembre de 2001, los EE UU de George W. Bush entregaron a personas capturadas en el extranjero por sus supuestas vinculaciones terroristas a terceros países donde numerosos de ellos fueron torturados. Algún día habrá que inventariar la cascada de catástrofes -y sus permanentes efectos- provocada por la réplica estadounidense a la agresión del 11 de septiembre.
En el summum de la provocación, el régimen bielorruso difundía un vídeo de confesiones forzadas, en la más pura tradición estaliniana, del joven disidente Roman Protasévitch, coincidiendo con las deliberaciones de Los Veintisiete en Bruselas. Firmeza y unanimidad en las sanciones e investigaciones abiertas a Bielorrusia. La OTAN, el secretario general de la ONU, António Guterres, y EE UU apoyan las medidas. Entretanto la KGB bielorrusa lo quiere saber todo de la oposición en el exterior. Ni el exilio lituano ni el cielo europeo han podido proteger a dos defensores de un mundo democrático.
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