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Los ataques a la región ucraniana del Donbass, iniciados en la noche del miércoles, constituyen «actos de agresión» según el Derecho Internacional, no tienen ninguna justificación legal y alteran, como no había ocurrido desde la II Guerra Mundial, la estabilidad de Europa. Las fuerzas rusas ... recibieron la autorización del presidente del país, Vladímir Putin, para llevar a cabo esta «operación militar especial» al tiempo que el Consejo de Seguridad de la ONU se reunía por segunda vez esta semana para tratar la situación que ya amenazaba la paz y la seguridad internacional.
La Carta de las Naciones Unidas, firmada en 1945, pone el punto final a la II Guerra Mundial y establece una serie de normas relativas al uso de la fuerza. No hay duda de que Rusia ha empleado la «fuerza» en el sentido de su artículo 2.4 ni de que lo ha hecho a gran escala. La Carta prevé que los Estados miembros «se abstendrán de recurrir a la amenaza o al uso de la fuerza contra la integridad territorial o la independencia política de cualquier Estado». Rusia justifica su acción y, para ello, se refiere al bombardeo de Serbia por la OTAN en 1999. Recuerda también los ataques a Irak en 2003, el uso ilegítimo de la fuerza en Libia en 2011 y la lucha contra el terrorismo en Siria en 2018. Todos ellos, sin el consentimiento previo del Consejo de Seguridad. Ahora bien, que otros Estados hayan violado las normas no justifica que uno también pueda hacerlo. Sobre la base de este argumento, las reglas perderían validez.
Volviendo a la Carta de las Naciones Unidas, sus capítulos 6 y 7 establecen que los Estados tratarán de buscar solución a las controversias mediante el «arreglo pacífico». En el caso de que una situación amenace la paz o constituya un quebrantamiento de la paz o un acto de agresión, el Consejo de Seguridad «hará recomendaciones o decidirá qué medidas serán tomadas». Es decir, el Consejo de Seguridad es el órgano competente para tomar decisiones en estos casos. El problema llega en el momento en el que los miembros del Consejo de Seguridad se reúnen y deben adoptar las medidas oportunas, que en este caso podrían implicar la interrupción de las relaciones económicas y de las comunicaciones, o la ruptura de las relaciones diplomáticas.
A pesar del tiempo transcurrido, la composición del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas permanece inalterable, refleja la alianza de las grandes potencias de aquella guerra mundial. Estados Unidos, Reino Unido, Francia, China y Rusia se erigieron en Estados miembros permanentes del Consejo de Seguridad. A ellos se sumarían diez Estados miembros no permanentes, que rotan cada dos años. Las decisiones se adoptan solo si los cinco miembros permanentes están de acuerdo. Si uno de ellos no acepta el contenido de la medida, el Consejo de Seguridad queda bloqueado. Disponen, por tanto, del derecho de vetar las resoluciones. Y así lo hace Rusia en este caso.
Dado el bloqueo del Consejo de Seguridad, las sanciones que puedan adoptarse como consecuencia de este ataque proceden de otros centros de decisión. La primera sanción fue aprobada por la Unión Europea 24 horas después de que el presidente Putin reconociera unilateralmente como «repúblicas populares» los territorios de Donetsk y Lugansk. La medida punitiva se dirige a 23 altos cargos del régimen ruso y a 351 diputados de la Duma (el Parlamento ruso). Se les prohíbe la entrada en la UE y se congelan los bienes que tengan en el territorio comunitario. La pregunta es si las sanciones funcionan.
La respuesta es negativa. Si el presidente ruso se hubiera visto disuadido por las sanciones -algunas adoptadas y otras anunciadas-, no habría enviado más tropas a la región del Donbass. Es dudoso que el Derecho Internacional ejerza alguna influencia en las decisiones del presidente Putin con relación a Ucrania. Por este motivo, sería bueno que los mecanismos de resolución de la controversia que emprenda la Unión Europea contemplen otro tipo de medidas, más allá de las actuales sanciones que, seguramente, se tornarán ineficaces. ¿Qué iniciativas deberían adoptarse? Sin duda, la producción de energías alternativas y la búsqueda de alianzas estratégicas alternativas para que Europa se autoabastezca.
¿Por qué es importante la región del Donbass para Rusia? Porque es una zona minera y un corazón metalúrgico en Europa. El Donbass depende del carbón importado de Rusia para producir el acero que exporta al resto de Europa. Los suministros rusos pueden interrumpirse por accidentes, por fallos, por desastres naturales o por guerras. Si el abastecimiento procediera de múltiples fuentes, el poder geopolítico del que hoy goza Rusia, en tanto que su casi único proveedor, podría verse mermado. No se ataca a Europa si esta goza de seguridad energética, entendida como seguridad en el abastecimiento. Este conflicto pone de manifesto que la UE necesita ante todo autonomía energética.
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