![Argentina (1985) 1, España (1978) 0](https://s2.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/202211/06/media/cortadas/zapata6_2-keVB-U180612826082rOD-1248x1570@El%20Correo.jpg)
![Argentina (1985) 1, España (1978) 0](https://s2.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/202211/06/media/cortadas/zapata6_2-keVB-U180612826082rOD-1248x1570@El%20Correo.jpg)
Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
Hace unos días fui a ver la película 'Argentina, 1985' (Santiago Mitre, 2022) y, al salir, tuve sentimientos encontrados y una sana envidia. Después de una sangrienta dictadura, con miles de inocentes torturados y desaparecidos, el fiscal Julio Strassera logra sentar en el banquillo y ... que un tribunal juzgue con justicia y condene a los responsables de aquellas juntas militares. Videla y Massera, a prisión perpetua, y los otros, a duras penas. Se ejecutó la sentencia y se resolvió el conflicto con un 'Nunca más'. No será perfecto, pero desde ese momento se acabó el enconamiento, la herida dejó de supurar. Se había hecho justicia y se había resarcido el dolor por los torturados, muertos y desaparecidos.
Y lo mismo podríamos decir de juicios a otros dictadores como Ríos Montt, en Guatemala, condenado a 80 años de prisión por las atrocidades cometidas contra el pueblo ixil. Y si bien el juicio fue recurrido, murió con el desprecio y desprestigio merecidos. No digamos nada de Augusto Pinochet, que fue procesado en España por delito de genocidio, terrorismo y tortura en virtud del principio de justicia universal. Recordemos cómo estuvo detenido año y medio en Londres y logró salvarse por la comedia de su estado de salud. Y lo mismo en Paraguay con Alfredo Stroessner, 35 años de dictadura, que huyó a Brasil al ser derrocado, pero fue condenado.
«Las heridas no están aún cerradas, su único tratamiento es la verdad y luego la justicia: solo así es posible el olvido verdadero», dijo poco antes de morir el poeta argentino Juan Gelman, a quien los militares le habían matado un hijo. Cuando no hay justicia reparadora, las heridas se enconan con el tiempo. Esa justicia se ha aplicado en Hispanoamérica, en esos pueblos que algún godo mira por encima del hombro. Y yo me pregunto, y tengo derecho a hacerlo, qué pasa en este país para que sigamos con las venas abiertas y clamando por situaciones de hace tantos años. Muy sencillo, en España las cosas se hicieron de otra manera. Fue una guerra civil nacida de un golpe de Estado, durante 40 años los vencedores estuvieron pisando a los vencidos, no hubo juicio, se cerró en falso aquella herida, se enconó y sigue supurando. Nunca hubo piedad para los vencidos, cuando «la paz es conveniente al vencedor y necesaria al vencido», dice Séneca.
La Constitución de 1978 se hizo lo mejor que se pudo en aquel momento, tiene un gran mérito; pero mirando con la perspectiva de cuarenta años, vemos que no todo fue perfecto. Se hizo lo que se pudo, olvidar, no mirar para atrás, pero con pactos que dejaban incólumes las fuerzas franquistas, libres de toda responsabilidad y sin ninguna depuración por crímenes horribles, gozando de todos los honores de haber sido vencedores, placas en las calles, reposando en iglesias y mausoleos. Muy bien, pacto de que nada se moviera, pero que los otros, los perdedores, siguieran donde estaban, sin reconocimiento alguno, con las condenas sobre ellos, como culpables en anónimos campos, tapias y cunetas. Se cerró en falso. Recordemos lo que pasó durante años en la Transición: 'Operación Galaxia', «Tarancón al paredón», el 23-F y otras intentonas golpistas que no se han contado. Las fuerzas franquistas habían quedado incólumes, y hoy siguen a la gresca con una postura frentista que es extemporánea, violenta y peligrosa.
La memoria histórica es lo más sencillo de entender, y es que ahora no juzguemos, no busquemos culpables, sino que todos tengan digna sepultura. ¿Es mucho pedir? Y si estará mal resuelto el tema que, después de 80 años, los Aznar, Rajoy, Pablo Casado, Rafael Hernando y demás cofrades de rancio pensar han repetido hasta la saciedad, y a veces entre burlas, que no darán un euro para que tengan digna sepultura los que están en anónimos campos, que hay que dejarlos donde están. Eran los malos, los tildados de rojos, comunistas, antiespañoles; eran los Lorca, Machado, Miguel Hernández, Unamuno, Sánchez Albornoz, miles de maestros, Salvador de Madariaga, J. R. Jiménez, Francisco Ayala, María Zambrano, Pedro Salinas, Rosa Chacel, Manuel Chaves, Ramón J. Sender, Elena Fortún, Arturo Barea, Severo Ochoa, cientos de intelectuales forzados al exilio.
Nuestro caso es único, una sangrienta dictadura después de una guerra civil nacida de un golpe de Estado, y no ha tenido ningún juicio. Los levantiscos (Franco era de la misma escuela nazi que Hitler y Mussolini) fueron casi santificados y los otros, condenados. Durante 40 años se machacó con una única verdad, la de los vencedores; es decir, tergiversaciones y mentiras. Y eso creó una masa ignorante de lo que había sucedido y sin ganas de conocer lo que de verdad había ocurrido.
No se puede olvidar si no hay justicia previa. Lo que en Argentina se solventó en un juicio, en España tendrán que pasar como mínimo tres generaciones. No para que haya justicia, sino para olvidar.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Noticias recomendadas
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.