![Argelia-Marruecos-España: el dilema eterno](https://s3.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/202205/03/media/cortadas/arreseigor3-kpDH-U1601867044793IUB-1248x770@El%20Correo.jpg)
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El Gobierno argelino está sumamente disgustado por la torpeza de Pedro Sánchez de reconocer el Sáhara como marroquí, pero ha confirmado que seguirán vendiéndonos gas, lo que es una excelente noticia en la presente crisis ucraniana, con la amenaza de que Europa pierda el suministro ... de gas ruso. Sin embargo, no es tan extraño: salvo Polonia y Bulgaria, Rusia no ha dejado de vender gas a los países que abastecen de armas a Ucrania y sancionan a Moscú por la invasión, mientras que Alemania y otros países no han dejado de comprar gas ruso. De la misma forma, Argelia no puede perder a uno de sus mejores clientes y renunciar a cuantiosos ingresos. Eso sí, unos días después, los argelinos advertían de que no hay nada de lo dicho si reenviamos gas a su archienemigo, Marruecos. Pero no han mencionado nada sobre Bulgaria, boicoteada por Putin.
Cuando Argelia logró la independencia en 1962, Hassán II de Marruecos reclamó una parte sustancial del territorio del nuevo Estado invocando las fronteras del imperio almorávide, allá por los tiempos del Cid Campeador. No es una guasa: el Cid fue contemporáneo de los almorávides y luchó contra ellos. Los argelinos no se sintieron impresionados por unos argumentos historicistas de ocho siglos de antigüedad y en octubre de 1963 estalló un breve conflicto fronterizo, la Guerra de las Arenas. Supuso un fracaso estratégico para Marruecos, que no consiguió nada salvo la enemistad duradera de Argelia hasta el día de hoy, 59 años después.
Durante casi dos generaciones, la enemistad argelino-marroquí ha sido un factor estructural de la geopolítica del Norte de África y del Mediterráneo Occidental. Durante décadas, España ha caminado sobre el filo de la navaja intentando no escorarse ni hacia un lado ni hacia el otro. En realidad, con Marruecos manteniendo reclamaciones imperialistas contra España y otros países, los sucesivos gobiernos españoles se han inclinado siempre hacia el bando que nos era menos hostil, Argelia. Pero Argelia estaba alineada con el bloque soviético, mientras que España tiraba hacia Occidente. Eso creaba un cortocircuito en nuestras relaciones exteriores que nos ha resultado sumamente perjudicial.
Cuando el imperio soviético se desvaneció en 1991 podría haber llegado el momento del realineamiento estratégico español, pero se mantuvo la política de neutralidad porque ningún gobierno de Madrid ha estado dispuesto a una ruptura total con Marruecos. Centrados en otros problemas serios, todos escogieron tirar balones fuera y postergar el conflicto, sin apercibirse de que únicamente la prolongación de la guerra del Sáhara Occidental permitía que España se moviese en ese juego de equilibrios sin resolver nunca el problema de fondo. Por otra parte, nada más desaparecer la URSS, estalló en Argelia la guerra civil entre integristas islámicos y la dictadura laica del FLN.
Finalizada la guerra civil argelina y también el conflicto del Sáhara con la victoria militar y política marroquí, ante la presión creciente de Marruecos, parecería que había llegado por fin el momento de una sólida alianza hispano-argelina contra el obvio enemigo común, pero de nuevo triunfó la inercia de evitar el choque frontal y postergar la resolución definitiva del asunto.
Por otra parte, Argelia tiene algunos hándicaps graves como potencial aliado. Despojado del barniz de legitimación de una ideología de izquierdas que siempre fue más retórica que sentida, la dictadura del FLN había sobrevivido por la fuerza de las armas y por el miedo que inspiraba el terror islamista.
Peor todavía: tras la derrota islamista, el régimen argelino involucionó hacia un sistema clientelista de clanes familiares tras una fachada de elecciones fraudulentas. Por eso el presidente Buteflika fue mantenido en el poder durante veinte años por su clan, aunque el deterioro evidente de su salud le convertía en poco menos que un zombi. Las protestas populares forzaron el cese del decrépito Buteflika en 2019, pero su clan logró poner al mando a uno de los suyos, Abdelmajid Teboune.
En estas condiciones, aliarse con Argelia podría ser un lastre más que un activo, pues el régimen es tan impopular que podría derrumbarse de la noche a la mañana en el momento más inesperado. Sin embargo, el sucesor de Pedro Sánchez, sea el que sea y pertenezca al partido al que pertenezca, tendrá que tomar una grave determinación: o renunciamos a Ceuta y Melilla y las entregamos al sultán marroquí, o nos aprestamos para defenderlas, lo que significa ir preparándonos para una ruptura total con Marruecos y buscar los aliados que se puedan conseguir, por feos que nos parezcan.
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