![Dos paradojas catalanas](https://s1.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/2024/12/17/opi-santamaria-kMVD-U230309119970rkC-1200x840@El%20Correo.jpg)
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La dependencia del Gobierno de coalición progresista de Pedro Sánchez respecto a Junts per Catalunya y Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) ha derivado, a la espera del desenlace de sus procesos congresuales, en la congelación de la tramitación de los Presupuestos del Estado y la ... Generalitat que asegurarían la continuidad de la legislatura.
La investidura del socialista Salvador Illa en la presidencia de la Generalitat fue la consecuencia directa de la pérdida de la mayoría absoluta de los partidos independentistas, inaugurando un nuevo ciclo político tras la convulsa década 'procesista'. Fuera del Gobierno autonómico y con una pérdida notable de poder municipal, los escaños de ERC y especialmente de Junts son el principal activo de ambas formaciones. Aquí radica la primera de las paradojas del escenario político español y catalán: cuando menor es la fuerza electoral de los partidos secesionistas en Cataluña, mayor es su capacidad de influencia en la política española.
De este modo, en cumplimiento de los pactos de investidura de Sánchez y otros posteriores, ERC reclama la financiación singular o concierto económico y la transferencia de Cercanías Renfe. Junts, entre otras cosas, la gestión integral en materia de inmigración. Unas nuevas competencias, arrancadas por los partidos independentistas, pero que, si se materializan, habría de gestionar el PSC.
Tras la investidura de Illa se han sucedido los cónclaves de renovación del liderazgo en la izquierda independentista de la CUP y en los Comunes con la despedida de Ada Colau. ERC abrió el largo proceso de cambio de su dirección, en medio de una profunda división interna -salpimentada por el affaire de los carteles 'bandera amiga' de los hermanos Maragall- que finalizó el sábado pasado con la ajustada victoria de Oriol Junqueras. Junts adelantó su congreso a octubre, un mes antes que el de ERC, donde Carles Puigdemont fue reelegido por mayoría búlgara. La política catalana resulta incomprensible sin esa constante pugna por la hegemonía del movimiento independentista entre ambas formaciones.
La misma semana de la segunda vuelta de las primarias de ERC, Puigdemont, en segundo plano desde su fugaz presencia en Barcelona en la sesión de investidura de Illa, salió a la palestra para recordar a Pedro Sánchez la importancia de sus siete diputados para la continuidad de la legislatura. Para recalcarlo, planteó la imaginativa fórmula de la moción de confianza. En cualquier caso, estos días se han reunido en Suiza dirigentes del PSOE y Junts para encarrilar la negociación presupuestaria. Al mismo tiempo, en clave catalana, Puigdemont buscaba subrayar su posición de fuerza y hegemónica, avalada por los últimos resultados electorales, en el movimiento independentista, frente a una Esquerra dividida e inmersa en una grave crisis interna.
Más allá de la gesticulación mediática, no parece razonable que ERC, que podría entrar en el Gobierno del Ayuntamiento de Barcelona, ni Junts hagan caer al Ejecutivo de Sánchez ante la perspectiva de una mayoría del PP y Vox. Al menos hasta que no se resuelvan los recursos judiciales y la ley de amnistía llegue al Tribunal Constitucional y acabe aplicándose; algo que, según los cálculos más optimistas, no ocurriría hasta el próximo verano. La prueba de fuego se verificará con la tramitación presupuestaria en Madrid y Barcelona; aunque resultará infinitamente más complicada en el primer caso que en el segundo, donde Illa no debe enfrentarse a una oposición tan feroz como la ejercida por el PP sobre Sánchez.
En clave catalana, el resultado de los congresos de Junts y ERC señala la segunda paradoja. Precisamente cuando se abre un nuevo ciclo en la política y la sociedad, como releva la vuelta de empresas que se marcharon en 2017, Puigdemont y Junqueras, los máximos dirigentes y caras visibles del 'procés', ha sido reafirmados en sus cargos. Quizás si la amnistía ya se hubiera aplicado a ambos -Junqueras, indultado, sigue inhabilitado- no sería este el resultado y se habría producido una renovación en sus liderazgos para afrontar la nueva etapa con otras caras.
Mientras tanto, Illa trabaja como una hormiguita para que el PSC conquiste la centralidad de la política catalana que en el pasado ocupó la vieja Convergència de Jordi Pujol. Illa desde un catalanismo de centroizquierda, como Pujol lo hizo desde el nacionalismo de centroderecha, y ambos desde el pragmatismo. Un movimiento favorecido por el maximalismo identitario de Junts, que debe competir con la extrema derecha independentista de Aliança Catalana y la debilidad de ERC, que no ha acabado de resolver sus problemas internos.
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