Urgente Grandes retenciones en la A-8 y el Txorierri, sentido Cantabria, por la avería de un camión

La política es cada día más vertical, los partidos cada vez más personalistas y los gobiernos cada vez más presidencialistas. El Gabinete ministerial siempre ha sido una proyección colectiva de su líder, pero le debía algo a la orgánica del partido. Ahora todo es presidencia ... y sus ministros son los clones. Los equilibrios que exigían las facciones partidarias son hoy cuotas: de género, de territorio, de aliado de coalición y de facciones dentro de esta; también de sensibilidades y de apariencias: una mezcla de innovación y seguridad, de nuevos y viejos, de ocurrencia y continuidad.

Publicidad

De todo eso hay en el nuevo Ejecutivo, el sexagésimo séptimo de la democracia. Se había previsto un equipo muy político para resistir las acometidas de una oposición enardecida, de una legislatura comprometida e inestable, y de una legitimidad gubernamental erosionada antes de salida. Un grupo con adhesión inquebrantable e inasequible al desaliento. Por eso se miró hacia dentro del partido.

Pero no, el presidencialismo ha buscado dentro de su círculo, aunque haya tenido que dar alguna cuenta a su formación. Así se entiende la guardia de corps procedente de la pasada legislatura -Calviño, Ribera, Marlaska, Alegría, Robles, Planas, Escrivá, Albares y Rodríguez-, a sumar los vitaminados Montero (María Jesús) y Bolaños. La mitad del equipo se compone con esa alineación, más de presidente que de partido.

Quedan preguntas: el destino de Calviño, y con ella de nuestra dirección económica, si va o no al Banco Europeo de Inversiones; la centralidad de Bolaños al juntar Presidencia (negociación), Relaciones con las Cortes (control de tiempos de los dos poderes) y Justicia (relación con el tercero más autónomo); la razón de la continuidad de ministros quemados, como Marlaska; la nueva portavocía de Pilar Alegría, que en este caso sí va del partido al Gobierno; las continuidades inexplicadas de algunos en cometidos diferentes al anterior (Escrivá o Rodríguez) y la confirmación de cargos en los que no habíamos reparado hasta ahora en su existencia (Morant, que afronta la buena oportunidad de juntar Ciencia con Universidades).

Publicidad

Al listado se le añaden tres periféricos de interés. En un caso es un catalán con trayectoria profesional y política (Hereu, alcalde barcelonés en su día). A los otros dos, además de eso, se les encomienda abordar desde esa periferia negociaciones endiabladas con nacionalistas ajenos al interés común del país, lo que constituye un buen acreditativo si no se subordinan a cada paso a lo que imponga la aritmética de las Cortes.

Un canario ultraperiférico (Torres) de una región pobre para hablar de Política Territorial sobre todo con las ricas en momentos en que la nación cruje a cuenta de tanta promesa y expectativa abierta, y una navarra (Saiz) para descentralizar la gestión de la Seguridad Social sin hacerla trizas (además de seguir asegurando su simple continuidad por mor del equilibrio entre ingresos y gastos). Y dos vallisoletanos, sorpresa del día, que tendrán que demostrar si vienen de la mano del jefe de Gabinete presidencial (López), si refuerzan la dimensión más polemista del Ejecutivo (Puente) o si están ahí para devolver mesura a un debate feminista que se le había ido de las manos también a la socialdemocracia (Redondo).

Publicidad

Más allá queda el socio menor. Son cinco y cada quien con un logo de procedencia distinto, lo que puede significar pluralismo tanto como confusión o debilidad. Ninguno es hoy de Podemos, lo que suma un nuevo grupo receloso a la larga lista de los que sostienen al Gobierno. Yolanda Díaz mantiene el peso anterior a pesar de tener menos escaños, aunque pierde algún cometido muy referencial (Igualdad). A cambio, reporta más seguridad personal al presidente. Y el revolcón que ha encabezado en la izquierda de la izquierda no tiene precio para los socialistas. Con todo, y siendo personas de trayectoria en la política -Rego, Urtasun, Bustinduy y García-, su futuro va a depender de lo que les ocurra dentro de su original grupo parlamentario tanto como de sus avatares en el Gobierno.

¿Es el Gabinete para lo que Sánchez tiene por delante? Es más que pronto para decirlo, pero no suena mal. Mezcla continuidad y novedad, periferia y centro, nuevos y viejos. Quizás, entre un número tan abultado, hay demasiada permanencia injustificada o trasmutada en otro ministerio, primando más el pago por los servicios que la oportunidad para renovar. Sánchez sabrá. Tiene peso político, pero sin ir a buscarlo tanto en el partido como en sí mismo y en la anuencia que ha suscitado en su formación. Pero la seguridad ahí no es la misma, y eso se comprobará en cuanto surja una crisis de entidad en una tesitura tan compleja. El presidente sigue creyendo sobre todo en él, y ahí el partido es instrumental. Una relación contra natura que veremos lo que tarda en volver a su sitio (y lo que cuesta).

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Accede todo un mes por solo 0,99€

Publicidad