Existe una distancia insalvable entre Carles Puigdemont y Pedro Sánchez. Gusten o no su personalidad o su pensamiento político, bastante pobre por cierto, el primero persigue un objetivo político de carácter general, la independencia de Cataluña. Del pensamiento político de Pedro Sánchez poco hay que ... decir, es un secreto bien guardado, pero sobre su objetivo político no existen dudas: trata de mantenerse en el poder a cualquier precio. Y en la medida en que para atender a este fin necesita someterse a las exigencias del expresidente catalán, la superioridad política y moral del mismo en la partida que está jugándose resulta evidente.

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Puigdemont se encuentra dispuesto a «ir hasta el final», en sus propias palabras. Sánchez lo está a ir retrocediendo paso a paso, lanzando una cortina de humo tras otra para salvar la cara por las renuncias sucesivas que se ve obligado a hacer de sus deberes como presidente constitucional. Y acabará sometiéndose a la última exigencia, por lo demás ya formulada inequívocamente por el catalán. La amnistía no cambia nada. Él busca la independencia, exige un referéndum de autodeterminación. De no aparecer obstáculos, y las elecciones de mayo pueden ser el primero, está seguro de que esta vez la declaración unilateral de independencia, debidamente adobada por acuerdo previo con Sánchez de falso resistente, puede llegar a buen puerto.

La historia de la aprobación de la ley de amnistía por el frente «progresista» del Congreso estaba escrita de antemano. Y hay que confiar en la competencia del abogado Boyé: si él opina, y con él todos los independentistas catalanes, que con la actual redacción (y algún añadido sorpresa de última hora) todos los comprometidos en el 'procés' serán amnistiados, hay que creerle. Estamos ante un combate de boxeo en que el adversario solo ofrece resistencia para disimular ante el público. Está ganado.

Como lo está el combate final por el referéndum de autodeterminación. La cuadratura del círculo, salvando el obstáculo de la inconstitucionalidad, es fácil de lograr, conforme Puigdemont se lo explicó a Sánchez el 16 de marzo de 2016, y este «se pone en modo referendario» hasta el punto de preguntar cuándo volverían a plantear el referéndum en caso de perderlo. Figura en 'Me explico', el diario de Puigdemont publicado en 2020 por Plaza&Janés. Se utilizará el artículo 92 de la Constitución, según el cual la consulta se haría a todos los ciudadanos españoles, pero la Generalitat solo tendría en cuenta el resultado catalán. Cabe añadir que con la situación jurídica creada por la ley de amnistía, la DUI, declaración unilateral de independencia, tiene asegurada la impunidad. ¿Cómo va a aplicarse el artículo 155? La puerta del orden constitucional ha perdido su cerrojo.

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El fraude de ley está en el fondo de la proposición de ley de amnistía aprobada ayer en el Congreso, ya que nunca una norma puede ser elaborada con el propósito declarado de anular un conjunto de sentencias acordadas conforme a derecho, en un régimen de rigurosa democracia y para atender las pretensiones de los condenados. Hasta el punto de que sean estos quienes la redacten. El problema no ha sido tratar de resolver favorablemente la situación jurídica de los implicados en el 'procés', ya que desde siempre el derecho de gracia ocupa un lugar de privilegio en el imperio de la ley, y no tendría sentido perpetuar las repercusiones de lo ocurrido en octubre de 2017 en Cataluña. Pero ha sucedido lo contrario al invertir el sentido de las sentencias y hacer de quienes infringieron las leyes los vencedores morales y políticos de su desafío a la Constitución .

El diario de Puigdemont demuestra que aquello iba totalmente en serio -como por otra parte también las juiciosas advertencias de Urkullu, tal vez hoy castigado por eso-, de manera que la ley ahora aprobada se convierte en cheque en blanco para ir hacia la secesión, mientras los independentistas mantienen a su benefactor en la presidencia del Gobierno de España. Por supuesto, practicando el «diálogo».

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No solo la resistencia constitucional resulta desmantelada. Se está olvidando que Sánchez ha entronizado al rebelde de 2017 como representante auténtico de Cataluña, a pesar de su corto resultado electoral, mientras el propio PSC, partido más votado, fue irrelevante en toda esta historia. Ahora tiene una inesperada oportunidad. Contó solo el independentismo. ¿Para qué obstinarse algunos en seguir siendo 'españoles'?

Nada tiene de extraño que la subversión del Estado de Derecho afecte a todo aquello que pueda cuestionar la supervivencia política de Sánchez. Ahí está la reacción ante el 'caso Koldo'. En vez de cumplir el compromiso de perseguir la corrupción allí donde esta se encuentre (Bolaños), dado que los toca muy de cerca, tapémoslo en lo posible y ataquemos el PP. Es una conducta contraria a la seguida en Portugal por el primer ministro socialista António Costa. Claro que Costa perdió el poder y las elecciones. Un mal ejemplo.

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