![Un dictador posmoderno](https://s3.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/2023/11/08/opi-elorza-kS8E-U210651542830kWB-1200x840@El%20Correo.jpg)
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Al día siguiente tenía lugar la jura de la Constitución por la Princesa Leonor, pero Pedro Sánchez decidió que nada había de robarle el protagonismo cuando todas las atenciones deben centrarse en su acuerdo con Puigdemont. Menos aún si la jura se prestaba a una ... indeseable evocación de la ley fundamental como clave de la vida democrática en España. Sánchez no nos dijo nada, ni sus fieles medios, del contenido del acuerdo. Le bastaban las caras de satisfacción de los personajes reunidos en el despacho del 'president' sin que se escuchasen las palabras. Así los espectadores percibían que había apartado el último obstáculo para hacer realidad su 'España avanza'.
Solo que como antes se atrapa a un mentiroso que a un cojo, para que las imágenes transmitieran la sensación tranquilizante con que intenta envolver la amnistía de que en 2017 no pasó nada, las cámaras tuvieron que desviarse hacia abajo para no filmar el espantoso cuadro del despacho de Puigdemont, con las masas en el referéndum secesionista del 1 de octubre. Muy adecuado para un Halloween político.
Como sabemos, se trata de perpetuar un «Gobierno de progreso»; esto es, un Gobierno de Pedro Sánchez. La persecución de ese objetivo conjuga el decisionismo político que Sánchez ejerce, por encima de toda instancia constitucional, con una búsqueda permanente de adecuación a las circunstancias, sin que cuenten normas y usos establecidos, reglas propias de una vida democrática, ni por supuesto la ley fundamental. En todo caso, habrá que buscar un 'encaje' para sus decisiones 'en el marco de…'. Nunca hay que plantearse si una ley, una medida o una decisión responden al marco constitucional vigente; siempre, de acuerdo con las circunstancias cambiantes, podrán alterarse a voluntad, con la única referencia de atenerse al mando indiscutible del líder.
El ideal del sistema judicial para Pedro Sánchez es el de instrumento que avala sus decisiones. Por si hay alguna duda, lo veremos pronto con el visto bueno otorgado a la amnistía por un Tribunal Constitucional que además pretenderá ennoblecer su dependencia desde la doctrina del 'constructivismo'. Por medio de sus corifeos, Sánchez ya ha machacado los oídos de los ciudadanos hasta el hastío, diciendo de mil maneras y sin argumentar, siempre esgrimiento que el santo fin del arreglo con Cataluña -que diría Eguiguren- justifica los medios, que la amnistía será legal.
Es lícito hablar de dictadura por cuanto nos encontramos ante un centro de decisiones personal que actúa por encima de toda dependencia respecto del sistema normativo vigente. Es posmoderno en la medida que opera atendiendo a una permanente voluntad de respuesta a la mutación de los requerimientos que van surgiendo desde el interior de la sociedad, e incluso en la esfera internacional.
Hasta ayer, ni la menor preocupación por la opresión palestina; ahora, al ser rentable, campeón de sus derechos. Progresismo siempre, pero si prima Mohamed VI, los saharauis a la basura. Causas sangrantes como las de las mujeres en Irán no aportan beneficios y sí problemas: silencio toca. Sánchez justifica sus permanentes oscilaciones por 'cambios de opinión' y sería mejor hablar de intereses (suyos) cambiantes. Los medios se encargarán del masaje, aplicándolo con una precisión ejemplar.
Sus vaivenes parecen sugerir flexibilidad, pero están sometidas a la rigidez de su decisionismo. Puede escuchar los consejos técnicos de sus asesores; al igual que su precursor Zapatero, nunca aceptará ese diálogo del que presume ni la menor crítica. Tal y como se ha visto con la amnistía, su ideal del PSOE es todo lo contrario del intelectual colectivo; en su visión, un rebaño obediente con una sola oveja negra. Y tal como hemos visto, ante un tema de gravedad, Sánchez desarrolla una estrategia sin fisuras de ocultación y manipulación. Todo lo contrario de la transparencia en la información y el debate propios de una democracia. Nunca argumentos; solo eslóganes y descalificaciones sumarias. Es real solo aquello que le interesa. No cabe entonces una participación consciente de los ciudadanos, solo un alineamiento ciego en pro o en contra de las decisiones del Gobierno.
Las clásicas isegoría e isonomía de la democracia griega desaparecen, con el agravante de que esa dictadura posmoderna se sostiene aquí y ahora sobre unas fuerzas políticas, los independentismos en primer plano, cuyo fin es la destrucción del orden constitucional y que, sin necesidad de eslogan, avanzan, de Junts a Bildu. Para cerrar el círculo, el Gobierno adquiere su legitimidad 'progresista' mediante un deliberado enfrentamiento a muerte con otra fuerza constitucional. A todo eso, Sánchez le llama gobernar «en el nombre de España».
En suma, éxito a corto plazo de un poder de vocación dictatorial, pero como buen artilugio posmoderno, montado sobre un castillo de naipes en un país de enemigos. Es un excesivo riesgo, amén de que la democracia es un procedimiento para establecer soluciones políticas y no 'el marco' puramente formal donde un líder decide por sí mismo.
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