Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
El año 2023 se cierra con una doble derrota en las dos grandes guerras, en las cuales de modo indirecto Europa se encuentra comprometida hasta el fondo. Por un lado, Ucrania ha perdido ya la guerra con Rusia, desde el punto de vista estratégico, y ... en esa derrota la debilidad de la ayuda americana y europea ha desempeñado un papel de primer orden. En segundo lugar, Israel está perdiendo la guerra en Gaza, y de paso procede a la destrucción completa de un territorio y a la progresiva de sus habitantes. Aquí la UE, lo mismo que Joe Biden, ha sido incapaz de imponer las reglas de juego a Netanyahu.
A estos dos desastres habría que añadir el totalmente olvidado de Nagorno-Karabaj, donde la debilidad de Putin ante Erdogan, perfectamente explicable, pero no por eso exenta de responsabilidad, ha terminado con el conflicto por la vía de la limpieza étnica de los armenios del enclave, poco dispuestos a ser «tratados como perros», según rezaban los anuncios oficiales del Estado azerí en su web. El cinismo de nuestras democracias es tal que han respirado al ver cómo un acuerdo internacional ha sido violado por un ataque militar de Azerbaiyán, el 19 de septiembre, después de meses de cerco por hambre del territorio armenio, ante el silencio y la indiferencia generales. Ese día a Francisco no se le ocurrió más que pedir que cesara la lucha, como si no hubiera agresores y agredidos, y a los demás, nada. Una terrible injusticia más y un incordio menos, incluso para los medios de comunicación que tienen al frente un militante activo de la causa armenia. Una cosa es dar dinero para salvar la buena conciencia, otra es jugarse los cuartos.
La pasividad es también la norma en lo que concierne a la guerra de Israel en Gaza. Ante la actuación genocida de Hamás, el 7 de octubre, resultaba lógico el apoyo a la respuesta de Tel Aviv, con la excepción del cínico de turno, que siempre nos toca a los españoles cuando hay problemas espinosos. Pero luego esa acción de respuesta israelí no solo ha superado los límites del derecho de la guerra, sino que hasta ahora responde a la amenaza formulada inicialmente por Netanyahu, que recuerda la lógica de venganza de los libros bíblicos. Aunque los resultados sean trágicos para los civiles, una guerra justa los hace inevitables, pero otra cosa es cuando la muerte de los civiles se convierte en una secuencia interminable, con cifras que se suman a cifras, imágenes de horror que suceden a imágenes de horror, sin otra justificación en este caso que la localización y la destrucción de unos túneles, refugio de los terroristas, sobre cuya acción el Tzahal informa de una manera muy limitada y escasamente fiable. Y sin que haya visos de que el horror termine a corto plazo. No es solución seguir hasta que la última casa y el último gazatí hayan sido borrados del mapa.
Esto es lo que resulta inaceptable. Israel tiene derecho a la solidaridad occidental tras lo ocurrido el 7 de octubre, pero Occidente, llegados a este punto, tiene derecho a decir basta, y a exigir tanto un respeto estricto al derecho internacional como la apertura a una solución de ese problema que Netanyahu tanto ha alimentado. Por una vez, Pedro Sánchez parecía en el camino acertado, pero como el asunto no es rentable para sus guerritas internas, ha preferido dejarlo todo en unas declaraciones que ahora ya no son rentables. Habría sido una digna despedida al frente de la UE.
Lo de Ucrania es aún más grave. Desde que fracasó en la ofensiva de verano, la guerra está perdida, porque ha quedado claro que el ejército de Kiev carece de medios para franquear las defensas rusas, y en ese caso una guerra interminable solo puede favorecer a Moscú. Con la complicidad de tantos gobiernos y negociantes dispuestos a saltarse las normas internacionales, Putin ha conseguido que las sanciones resulten indoloras para la población rusa. Si los negocios no se hacen en Londres, se harán en Gibraltar, y todo sigue más o menos igual. En tales circunstancias, de poco valen las promesas de que Ucrania formará parte de la UE, porque para eso hace falta que exista Ucrania. Ha bastado el veto de Hungría para que Bruselas frene las ayudas, mientras los republicanos asumen con éxito esa misma tarea en Washington. Como siempre, entre otros gobiernos, el de Pedro Sánchez calla, después de haber seguido a regañadientes la corriente general.
Es preciso ser realista y reconocer que Ucrania no puede recobrar Crimea -lo cual en buena medida tampoco sería justo-, ni la totalidad de los territorios ocupados. Puede incluso ser vencida ante la ofensiva rusa de invierno en Donestk. Es preciso ser realista, lo que Zelenski no puede ser: si América y Europa no le empujan, está condenado al numantinismo, con el desastre consiguiente para Ucrania y para Europa. Tengamos en cuenta que Putin no quiere paz, sino borrar a Ucrania del mapa. Por ello es preciso que Biden, la OTAN y la UE actúen en consecuencia, creando las condiciones para que la guerra termine antes de que sea demasiado tarde.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.