El año 2001 fue el primero del siglo XXI y del tercer milenio. Entonces se produjo el ataque contra las Torres Gemelas en Nueva York y la invasión de Afganistán. Algunos pensaron que este era el acontecimiento de inicio del siglo XXI, sin ser conscientes ... de que íbamos a pasar una pandemia que sí sería el arranque de una nueva época que intuíamos años antes. Aquel 2001 se registró también el nacimiento de la Wikipedia y se confirmó mediante el análisis del genoma que el ser humano tiene algo más de 30.000 genes. ETA asesinó a 16 personas y amenazaba a muchísimas más; al menos 50 mujeres fueron asesinadas en España por violencia machista, aún quedaban tres años para la aprobación de una ley imprescindible para la protección de las mujeres (2004).
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Han pasado dos décadas de todo aquello y puede percibirse el cambio y evolución habidos en la sociedad. A veces no tanto como creemos, aunque mucho si pensamos que por encima nos está pasando una sindemia y seguramente estamos ante el cambio sociológico, político y económico del tercer milenio.
Pero aquel año 2001, en clave más cercana, fue el año en el que dio comienzo la cooperación al desarrollo de la Diputación Foral de Bizkaia en colaboración con las ONGDs. Comenzamos a elaborar, desde la Diputación y otras instituciones locales, nuestras propias políticas de cooperación para impulsar proyectos en otros países y para sensibilizar a la propia sociedad vizcaína. Han sido 20 años de cooperación al desarrollo de Bizkaia, que se ha ido transformando y mejorando, cocreando redes colaborativas con el entramado vizcaíno de cooperación.
En este mundo interconectado en el que la covid-19 nos ha demostrado una curiosa combinación de nuestra fragilidad y, a la vez, nuestra capacidad de superación, la cooperación al desarrollo se revela como un valor incontestable.
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La pandemia, un hecho social total en terminología de Marcel Mauss, muestra con claridad que a los desafíos globales potenciados por la globalización actual no se puede dar respuesta a nivel local. Recientemente hemos conocido que mientras los países avanzados tienen índices de cobertura elevados, en África solo el 8% de la población se encuentra vacunada.
Los países ricos hemos sido capaces de autosuministrarnos y poder ofrecer así protección frente al virus, aun cuando algunos colectivos de esta población rica rechace voluntariamente autoprotegerse y, por lo tanto, ponga en riesgo a los demás. Pero los países con sistemas de protección débiles apenas pueden ofrecer un sistema de vacunación extendido eficaz y, mucho menos, campañas preventivas que estimulen la vacunación. Y la evidencia científica señala que mientras la inmunidad no sea global y ampliamente extendida en la población mundial, el virus y sus mutaciones seguirán entre los humanos.
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De ahí la importancia, si cabe más que nunca, de potenciar la cooperación internacional como un instrumento imprescindible para la solidaridad entre países. En este mundo interconectado la cooperación debe ser reforzada. Presentamos hoy en el Consejo de Gobierno de la Diputación el IV Plan director, intensificando la mirada a África, con la guía de la Agenda 2030 y con un importante aumento presupuestario que nos permite acercarnos más al objetivo del 0,7% después de pasados ejercicios con dificultades.
Nuestra propuesta descansa en una cooperación descentralizada, con capacidades específicas de Bizkaia, que aspira a tener un papel propio en la construcción de un nuevo escenario global interdependiente. Hablamos de solidaridad, coherencia, transformación, coordinación, corresponsabilidad y calidad, hablamos de feminismo y adaptación a los retos actuales, tal y como recoge el mencionado IV Plan director.
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Más allá de las intenciones y las palabras, la Diputación aumentará el año que viene un 22% su inversión en este campo -un 50% desde el año 2016-, por lo que será la institución vasca que más refuerza la cooperación al desarrollo.
Cumplimos 20 años y lo conmemoraremos mañana miércoles con la Coordinadora de ONGD de Euskadi, porque seguimos creyendo que otro mundo es posible desde la solidaridad. Seguir trabajando por más y mejor cooperación al desarrollo; ampliar las bases de respaldo social hacia la cooperación; recuperar la vitalidad de la cooperación como política pública e involucrar a nuevos actores. No a regañadientes, sino como parte central de su misión. Tenemos que centrar la cooperación desde la justicia global, desde la perspectiva de las poblaciones del Sur, su situación, intereses y sus propuestas, por supuesto.
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Necesitamos que cada uno, cada una sean agentes activos de cooperación. Cada cual desde su lugar puede contribuir a que los ODS sean un verdadero sistema de alianzas globales donde la ciudadanía del mundo tenga acceso a justicia y solidaridad, y no un blanqueamiento de lo que los países más aventajados hacen para sí mismos. No podemos caer en esa tentación.
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