El lanzamiento del satélite Lur-1, fabricado por la empresa vasca AVS, pone de relieve la importancia del desarrollo tecnológico espacial en nuestra comunidad autónoma. Cuando hablamos del sector espacio, incluimos en él los ingenios que salen de la Tierra -satélites, naves que exploran el ... Sistema Solar y telescopios y observatorios espaciales-, sus lanzadores o cohetes y todo el equipamiento y el seguimiento que se hace de esas misiones desde tierra.
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El primer satélite que orbitó nuestro planeta, el Sputnik, fue lanzado por la Unión Soviética el 4 de octubre de 1957. Se trataba de una esfera de aluminio de aproximadamente medio metro de diámetro y 83 kilos. En los 67 años transcurridos desde entonces, hemos enviado al espacio unas 9.000 naves. La mayoría orbita la Tierra y nos ayudan en la vida cotidiana (telecomunicaciones, detección de recursos naturales, predicción meteorológica y marítima, navegación, defensa…) y algunas han protagonizado misiones de exploración de los mundos vecinos, desde Mercurio hasta Plutón. La nave que más lejos ha llegado es la Voyager 1, que está ahora a 24.000 millones de kilómetros de nosotros. Tan lejos que sus mensajes tardan más de 22 horas en llegarnos, aunque viajan a 300.000 kilómetros por segundo. Las empresas vascas han participado en muchos hitos de la aventura espacial.
El inicio de la actividad espacial en Euskadi tiene lugar en 1966 cuando Sener, con sede en Las Arenas (Getxo), construyó en Suecia una torre para el lanzamiento de cohetes. Desde entonces, la ingeniería vizcaína ha participado en muchísimos proyectos, incluidos el telescopio Hubble, la sonda Juice, la Estación Espacial Internacional y la futura estación orbital lunar Gateway. A Sener le han seguido Idom, empresa con sede en Bilbao especializada en los grandes telescopios y sus instrumentos; AVS, que desde el parque de Miñano participa en un amplio abanico de misiones; Satlantis, radicada en el parque tecnológico de la UPV/EHU en Leioa y especializada en cámaras de alta resolución como la que observa la Tierra desde su satélite Urdaneta lanzado hace algo más de dos años, y otras empresas menores y centros tecnológicos como Tekniker, Tecnalia y CTA.
La tecnología asociada a la actividad espacial se encuentra en la vanguardia del desarrollo científico y de la ingeniería. Y requiere de profesionales altamente cualificados. Desde hace quince años, trabajamos en su formación en el Máster en Ciencia y Tecnología Espacial que impartimos en la Escuela de Ingeniería de Bilbao de la UPV/EHU. Con el apoyo de la Diputación Foral de Bizkaia y de las empresas antes mencionadas, hemos formado a unos 250 profesionales en tecnología espacial, que ya están trabajando en empresas y universidades. Paralelamente, se han hecho en nuestra Universidad cerca de treinta tesis doctorales sobre investigación en ciencias planetarias, astrofísica, y el desarrollo de la instrumentación para naves y observatorios. El espacio tiene una enorme capacidad para la atracción de jóvenes y de talento hacia la ciencia y la tecnología, lo que posteriormente revierte en otros aspectos de la actividad económica.
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La industria del espacio crece muy rápido: a escala mundial, se estima que pasará de mover 630.000 millones de dólares en 2023 a 1,8 billones en 2035. Los desarrollos y la innovación que conlleva -piénsese que al espacio tiene que viajar lo más resistente, lo más pequeño y lo más ligero con el fin de reducir los costes en el lanzamiento- han proporcionado, además de conocimiento, incontables aplicaciones para nuestra vida cotidiana, desde los sistemas de monitorización biomédica para controlar la salud de los astronautas hasta las gafas de sol con filtro ultravioleta y el GPS que nos guía por medio mundo.
El espacio está llamado a jugar un papel fundamental para resolver algunos de los mayores retos a los que se enfrenta el ser humano. Así, puede ayudarnos frente a los efectos de la crisis climática o mediante la vigilancia de emisiones contaminantes por infraestructuras industriales obsoletas y la presencia de residuos de todo tipo en nuestros océanos. Los satélites serán cada vez más necesarios para la alerta y gestión de catástrofes, sean naturales o debidas al cambio climático, con el consiguiente ahorro de vidas.
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La actividad espacial tiene además la capacidad adicional de favorecer la cooperación entre países, sobre todo cuando se trata de grandes iniciativas, como la Estación Espacial Internacional y futuras bases en la Luna, con lo que ayuda a la distensión política. Pero obviamente, como toda actividad humana, el espacio conlleva riesgos como su militarización (recordemos la época de la 'guerra de las galaxias') o lo que se avecina en cuanto a la 'propiedad' y explotación de asteroides, lunas y planetas, con importantes implicaciones éticas y la necesidad continua de adaptar la legislación internacional a un panorama cambiante. Un reto inminente es el del control del número de objetos lanzados al espacio y el de la basura que así generamos.
El espacio es un reto, un desafío y una gran oportunidad para el desarrollo y bienestar de nuestra sociedad.
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