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No hay muchas personas que nieguen directamente el cambio climático, el calentamiento global ocasionado por la mayor concentración de gases con efecto invernadero. Pero el escaso movimiento de la sociedad en la dirección de evitarlo me hace pensar que hay otros negacionismos más generalizados y ... efectivos que los de despreciar la existencia del calentamiento o su génesis humana. Aun a riesgo de simplificar en exceso, me atrevo a apuntar algunos:
Los ciudadanos. Especialmente, los que vivimos en los países ricos, los principales causantes de la situación acumulada, somos exigentes con todos, con gobiernos, empresas… pero más indulgentes con nosotros mismos. Seguimos consumiendo igual, o peor, aunque separamos más los residuos. Además, nuestro voto es muy sensible ante riesgos de pérdida de nuestro bienestar, capacidad de compra, escasez de energía o suministros. Parece el comportamiento de un negacionista o, de lo contrario, un proceder poco social, del tipo 'quien venga detrás, que arree'.
La gobernanza. El liderazgo ante un problema global de este calado no puede ser otro que el de los gobiernos. La ONU, lo más parecido a un gobierno del mundo, ha conseguido visibilizar la crisis y ordenar la actuación con planes diversos. Sin embargo, hay dos cuestiones claves que no están resueltas: cómo rediseñar el concepto de crecimiento, de modo que la mejora del bienestar no sea a costa de un suicidio ecológico; y cómo hacer compatible la política de bloques, que compiten por superar al adversario, con una colaboración estrecha y solidaria entre ellos en torno a estos objetivos.
Los modelos democráticos occidentales se están demostrando débiles a la hora de hacer frente a una transformación profunda que necesita mucho tiempo. Mientras, aportan gran incertidumbre y generan dolor para muchos sectores. El dolor creado es utilizado por grupos extremos para acceder al poder. Pero, incluso si no lo consiguen, su objetivo se logra a través de los partidos mayoritarios, hasta partidos de gobierno, que adoptan parecidos postulados tratando de prevenir fugas de votos. La marcha atrás en algunas regulaciones europeas medioambientales y de sostenibilidad social este último año ha sido una reacción preventiva de la Comisión y el Parlamento ante posiciones negacionistas emergentes.
Por otra parte, la política se separa de los ciudadanos y apela más a los sentimientos básicos que a la razón y se hace más volátil. Muchos se abstienen de participar en el juego. Esto añade una enorme debilidad a la capacidad de transformación profunda y duradera de una sociedad al restar posibilidades a quienes tienen la responsabilidad de liderar. Y deja como opción, casi única, la de realizar pequeños cambios y saltos puntuales, con el riesgo consiguiente de involuciones pendulares.
Las empresas. Autónomos y sector primario incluidos. Sumergidas en una ola de regulación, con cambios importantes e incrementos de costes asociados a las diferentes transiciones, viven el problema, en su mayoría, con una convicción clara de la necesidad, pero con una actuación menos decidida en la realidad. Esperando que 'el mercado' dé señales de aceptación de las apuestas de transición, señales que no acaban de aparecer (ni en el coche eléctrico, ni en el consumo de bienes más sostenibles pero más caros). Todas piden al Estado más tiempo, menos regulación, más financiación, más protección…; en definitiva, más seguridad. Está en riesgo la rentabilidad, el empleo, el bienestar, la competitividad a largo plazo frente a otros. Una suerte de negacionismo al priorizar la pervivencia a corto ('primum vivere…') frente a un incierto riesgo futuro.
Las ONG y activistas. Las ONG medioambientalistas han tenido el gran mérito de llevar la alerta a la gran población visibilizando muchos de los impactos que se están produciendo, pero en muchos casos están tan cerca de la utopía y tan lejos de las soluciones que dejan de ser una ayuda para dar los pasos inmediatos. Una versión de este negacionismo oculto es la oposición a soluciones cercanas por ser 'imperfectas' (sea para tratamiento de residuos, para generación de energía…). Porque teóricamente habría otra solución, menos cercana y mejor. Pero que no se construye.
Otra versión es la de quitar legitimidad a las empresas contaminantes, energéticas y financieras, diciendo que 'quien ha creado el problema no es quien lo resolverá'. Pero son las únicas preparadas para hacerlo. Si no, no habrá transición. Para eso deben atraer financiación, lo que requiere que haya instituciones crediticias, que solo existen si son eficientes y rentables. Lamentablemente, otros modos de organizar las respuestas no están disponibles para ser aplicados de manera generalizada.
No faltan retos tecnológicos, empresariales o sociales para alcanzar la sostenibilidad, pero hay uno previo: el de alinear lo más posible a todos los que podemos hacer algo para contribuir a conseguirla.
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