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El foco

¿Dónde estamos? ¿Adónde vamos?

Cuando llegó el virus, ni la economía iba bien ni había un manual para combatirlo. Lo que ha venido después es consecuencia de ello

Santiago Niño-Becerra

Domingo, 6 de febrero 2022, 00:11

Una de las primeras cosas que debe quedar diáfanamente clara es que el SARS-CoV-2, en términos económicos, no ha sido el origen de nada. En relación a ciertos parámetros ha sido un retardador, por ejemplo en la evolución de proyectos turísticos; pero en ... relación a otros ha sido, está siendo, un acelerador: desarrollos tecnológicos y organizacionales se han visto muy beneficiados por la expansión del virus (así como las cuentas de explotación de algunas compañías que todos tenemos in mente).

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Cuando el virus llegó, las cosas de la economía ya no iban bien: la desaceleración era evidente en el otoño del 2019 en relación con las previsiones realizadas en la primavera del mismo año; todo apuntaba a un enlentecimiento económico, en unos lugares más que en otros, claro, pero las evidencias eran claras para todos. Y en estas llegó el virus que, como casi todo, fue extendiéndose por el planeta de Este a Oeste.

A mediados del 2019 la atmósfera ya estaba enrarecida. Aunque muy pocos lo dijesen en voz alta, era sabido que la economía mundial se hallaba dopada por las inyecciones de dinero regalado, las anfetas, que los bancos centrales llevaban aplicando al sistema desde 2008 y, sobre todo, desde 2012 y 2014. Bastaron rumores en la Red diciendo que el volumen de esas anfetas se iba a reducir, o a dificultar su acceso, para provocar temores que se trasladaban a los mercados. El virus llegó a un organismo muy débil desde el 2007, en plena crisis de identidad en la que se estaba definiendo un nuevo modelo. En estas llegó el virus y ahí seguimos.

En cuanto el virus empezó a extenderse, proliferaron las previsiones de gobiernos y de entidades públicas y privadas. Cada día se publicaban decenas de previsiones cuya validez declinaba tan pronto como otras previsiones incorporaban nuevas variables o realizaban diferentes consideraciones.

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Podemos esperar en España un aumento de los problemas y una pérdida de poder adquisitivo

Primera conclusión: la llegada del virus ha sido un fenómeno para el que no había manuales ni experiencia. Supuso el parón de todo, algo que no se daba desde hacía 235 años, desde la crisis de 1785-1786, cuando la erupción del volcán Laki provocó la paralización de una actividad económica totalmente orientada a la agricultura y a la ganadería. Dicho coloquialmente, 'vamos sobre la marcha': previendo y cambiando según evoluciona la pandemia. Los Global Economic Prospects, publicados el pasado 12 de enero por The World Bank, rebajan el crecimiento de la economía mundial al 4,1% en el año en curso y al 3,2% en el 2023.

Los efectos de la crisis de 1785-1786 fueron demoledores para la economía y la sociedad de la época, tanto que contribuyeron ostensiblemente a los sucesos de 1789: la Revolución Francesa. Y eso que el grado de interconexión de las economías no ya internacionales, sino locales, era ínfimo en comparación con el actual.

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La segunda conclusión: los efectos del parón actual han roto las cadenas logísticas de casi todo; y tal rotura pilló, en todo el mundo, a la práctica totalidad de las compañías con unos stocks muy bajos, en línea con la estrategia de no tener existencias por su elevado coste de mantenimiento. Unas compañías que desde los años 70 se habían lanzado a una carrera de deslocalización de producciones a fin de ahorrar costes. Producciones que han de transportarse en unos containers que, cuando el mundo se paralizó, estaban desperdigados por todo el planeta. Es decir, ni en sueños la recomposición de esas cadenas logísticas se iba a realizar en un par de meses, como ya se ha visto, ni se realizará en un par de meses más.

Además, la pandemia ha provocado que cientos de miles de personas enfermen con mayor o menor gravedad, pero ocasionando un mismo problema: la reducción de la oferta efectiva de trabajo.

Tercera conclusión: aún no se ha recuperado el nivel de población activa existente antes de la llegada del virus, lo que afecta a los niveles de producción generados en las zonas destino de las deslocalizaciones: Asia y Latinoamérica fundamentalmente.

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A mediados de 2019 la atmósfera ya estaba enrarecida, con una economía dopada con dinero regalado

Y todo esto se está produciendo en un escenario que sigue inundado del dinero que regalan los bancos centrales a fin de evitar el colapso de la economía. Un dinero que, lógicamente, ha estado buscando ganancia y seguridad. De entrada, gran parte de esas inyecciones de dinero fue a las bolsas, lo que explica su auge en medio del parón generalizado de la economía; pero luego, a fin de continuar dando destino a esas masas monetarias, han ido siendo desplazadas hacia otros derroteros, como las commodities y los activos inmobiliarios (y otros muy mobiliarios, como los derechos de emisión de gases de efecto invernadero, cuyo precio se ha disparado, lo que a su vez disparando el precio del MWh).

Cuarta conclusión: este exceso de dinero ha acabado provocando inflación a medida que se ha ido viendo que los problemas logísticos no se resolvían de un día para otro y a medida que los fondos han ido posicionándose en bienes que afectan al día a día de la población.

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Esto ha sucedido, en grados diversos según el nivel de globalización, en todas las economías mundiales. La afectación en el caso español ha sido muy fuerte porque es una economía muy globalizada y, además, porque su estructura de PIB se basa en un 30% en actividades que precisan de movilidad y de aglomeración de personas. A eso añadir que, como la productividad en España es baja y está cayendo, apenas hay medios de defensa contra esa inflación. Por eso podemos esperar en este país un aumento de problemas y la pérdida del poder adquisitivo medio de la población. (De hecho, las últimas previsiones del Fondo Monetario Internacional para España apuntan a un estancamiento: 2022, 6,4%; 2023, 2,6%; 2024, 2,0%; 2025, 1,6%). Efectos que nada tienen que ver con el color del Gobierno actual ni con el del próximo que pueda venir.

Santiago Niño-Becerra es autor de 'Futuro, ¿qué futuro?', de próxima publicación en Ariel. @sninobecerra

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