La tregua de Kirill

Desde entonces, a Kirill lo hemos visto bendiciendo misiles, llamando a la guerra santa y garantizando que el Ejército ruso combate al «anticristo» y a las «fuerzas del mal». No destaca el hombre por su pacifismo militante. Hasta ayer. En vísperas de la Navidad ortodoxa, el Kremlin ordenó un alto el fuego de 36 horas atendiendo a la petición del patriarca de Moscú. Es curioso, nadie parece dudar de que funciona justo al revés: es el patriarca el que obedece las peticiones del Kremlin. «Monaguillo de Putin», llegó a llamarle el Papa tras el 'Zoom' aquel en que Kirill sacó un folio y le leyó punto por punto el argumentario de la invasión. Veinte minutos se tiró. Con lo que le molesta a un argentino no ser él quien habla mucho.

La inmediata reacción de Ucrania ha sido definir el alto el fuego como una trampa propagandística. No es difícil pensar que un movimiento religioso o diplomático más sincero habría implicado al patriarca de Kiev o al de Constantinopla. Cuesta confiar en la tregua de Kirill si pensamos que su apostolado consiste aparentemente en otorgarle a Putin buena parte de la legitimidad tradicional y redentorista que requiere su pasión por el poder. Sobre las contradictorias creencias del tirano, Timothy Snyder recuerda que a Ivan Ilyn -el pensador que Putin sitúa como uno de sus grandes referentes- ya lo llamaban en su tiempo «el chequista de Dios».

Hubo gritos de 'Santo súbito' en el funeral de Benedicto XVI. Lo había anticipado en una entrevista el bello secretario Gänswein. Como si súbito no significase también imprevisto. La verdad es que Gänswein da siempre muy buenas entrevistas. «Ser guapo no es pecado», revelaba hace diez años en 'Vanity Fair', aligerándonos a muchos la carga de conciencia. El caso es que ayer en la plaza de San Pedro hubo hasta pancartas pidiendo la santidad de Benedicto. Al verlas, pensé que sacar una pancarta en un funeral es algo que me gustaría hacer en 2023. Lo que no sé es si a Ratzinger le gustaría esa idea de una santidad exprés, sin largos procesos canónicos ni formularios en latín. Quizá lo sepa Félix Bolaños, que va tanto al Vaticano que deben saludarlo ya por allí como «carisimo dottore». Ayer en el funeral de Benedicto XVI parecía realmente concentrado. «¿Presidente del Constitucional súbito?», pensaba con toda probabilidad.

Mensajes de Lady Di a través de una médium, complots contra su mujer, el hermano agrediéndole físicamente… Comienzan a filtrarse los primeros escándalos de las memorias del príncipe Harry. Y hay que ver lo intenso que es este muchacho. Titula su libro 'Repuesto' porque parece que, cuando nació, su padre felicitó a su madre por haberle dado un heredero y un repuesto. El título es otro lamento, pobre Harry, en lugar de un homenaje al rey Carlos, que ya se ve que sacó el sentido del humor del abuelo Philip, al que tanto echamos de menos.