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Las becas de origen público o privado para la formación artística no solo son tradición histórica en el País Vasco, sino que además están en los mismos orígenes de la modernidad en el arte vasco. Piénsese que el encargo de obras y sobre todo la ... política iniciada por las diputaciones forales a comienzos del siglo XX aportaron financiación y formación a los artistas locales que propiciaron el enlace del arte vasco con las vanguardias ultrapirenaicas de la época. Por ejemplo, en 1902 Aurelio Arteta, Larroque, Juan de Echevarría, Mogrobejo y Quintin de Torre viajaron a París para completar su formación con una beca de la Diputación de Bizkaia, cuya cuantía y disfrute les permitió aprender y entrar en contacto con el impresionismo de Gauguin o con el post-impresionismo de Toulouse-Lautrec. Un ejemplo habitual con estancias y prácticas en Roma o París y más tarde en Nueva York. Afortunadamente, al mantenimiento en el tiempo de las becas públicas para las artes plásticas también hay que añadir en este campo el esfuerzo filantrópico de la iniciativa privada, ya sea de empresas o instituciones financieras o de fundaciones impulsadas desde el mecenazgo privado. Es el caso, entre otros, de la Beca Juan y Pablo Otaola, cuyo trigésimo aniversario refleja un balance enormemente positivo al comprobar una nómina de becados que son ahora indiscutibles protagonistas de la actualidad artística vasca. Además, el mérito añadido de la Beca Juan y Pablo Otaola es el valioso ejemplo de esfuerzo compartido entre lo público y lo privado, es decir, entre la financiación a cargo de una familia y la gestión de las becas a cargo del ayuntamiento de Basauri.

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