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La tiranía de la mentira ('fake news') como fenómeno contemporáneo es una penosa realidad que está minando los cimientos de nuestras democracias. Las informaciones falsas siempre han existido, pero en los tiempos que corren, y gracias al uso de unas redes sociales que apuntalan su ... difusión masiva, se han convertido en un cáncer cuya metástasis devora el cuerpo y la estructura de la sociedad democrática y ciudadana. Y ello es así porque la mentira es un arma destructiva sin precedentes al alcance de gobiernos, multinacionales, grupos de presión e incluso de unos ciudadanos a los que no les resulta fácil distinguir lo que es cierto de lo que no lo es. Normalmente no se trata de mentiras completas, sino de manipulaciones, de realidades alternativas que muchos ciudadanos consideran propias y que poco tienen que ver con las verdaderamente reales. Numerosas personas comparten enlaces sin leer las noticias que, generalmente, proceden de búsquedas que coinciden con sus pensamientos y emociones, y que los convierten en agentes de difusión de noticias falsas y del totalitarismo que emana de las mismas. Recordemos que las noticias falsas no sólo son un problema del periodismo, sino que fundamentalmente lo son de las democracias, de los gobiernos, de los partidos, de las empresas y también de los ciudadanos. El combate contra la mentira y los contenidos falsos es una cuestión de supervivencia democrática.
Y esto nos lleva al hecho de los intereses que se esconden tras muchas de estas mentiras y a su utilización para justificar intervenciones armadas en numerosos países por parte de las potencias dominantes. Ya cuando escribimos en este mismo medio de prensa numerosos artículos sobre las falsedades que transmitió Occidente sobre las guerras yugoslavas atisbábamos lo que se había iniciado, como algo claramente organizado, con las informaciones que aceleraron el proceso de desintegración de la URSS en 1989. Desde este momento, y fundamentalmente desde el montaje de numerosa prensa occidental sobre el 'genocidio de Timisoara' que supuso el principio del fin de Nicolae Ceaucescu, el proceso se ha convertido en algo imparable que nos ha llevado a la situación actual y a los numerosos personajes que protagonizan la política mundial y que son un peligro para la humanidad. Los ciudadanos somos más propensos a tragarnos grandes mentiras que pequeñas falsedades, como claramente vislumbró, y aplicó, Joseph Goebbels.
En el tema que señalamos, la finalidad del espectáculo de Timisoara era la de derrocar a Ceaucescu como fuera. Por eso se recurrió a cadáveres recién enterrados o que estaban en las morgues, mutilados posteriormente y expuestos en la vía pública para avalar un genocidio inexistente. Lo que vimos en las pantallas de la televisión encarnaba la antiverdad. De ahí que filósofos como Giorgio Agamben acuñasen la frase «Timisoara fue el Auschwitz de la sociedad del espectáculo».
Desde entonces el espectáculo se convirtió -y esta es la diferencia con las mentiras anteriores que han recorrido la historia de la humanidad- en técnica de guerra y comenzó a extenderse por todo el planeta (Praga, 1989; China, 1989; primera Guerra del Golfo, 1991; Yugoslavia en el mercado de Sarajevo, 1994; los montajes de Orahovac, 1998; Racak, 1999; Somalia, 1992; la segunda Guerra del Golfo, 2003; y posteriormente todas las revoluciones de colores, Libia, Siria, el acoso perenne a Irán; etc.). Como ya nos anunciaba Giovanni Sartori en su 'Homo Videns', la imagen se ha convertido en algo fundamental para impactar en los sentimientos de las masas. El mensaje ya no es el punto de partida, sino el producto final al que se llega, tras considerar el efecto y el entorno en el que la gente experimentará los estímulos.
A todo esto se le llama hoy 'posverdad' y es muy relevante porque es consecuencia del papel que juega la comunicación en la sociedad actual. Sobre esta comunicación se construyen las relaciones culturales, económicas, industriales, laborales, religiosas, etc. de nuestras sociedades. El olvido de la verdad transforma la política en una forma de guerra, una guerra de la información por alcanzar y mantener el poder. Por eso, nunca como hasta ahora la presencia sistemática de la mentira y el ocultamiento en la política se han planteado, tan directa y mayoritariamente, como una amenaza para el sistema democrático. La posverdad es una versión posmoderna de la propaganda, el intento de influir en la actitud de las personas respecto a asuntos controvertidos que les afectan, utilizando técnicas y mecanismos centrados en la manipulación de los contenidos.
La relación entre verdad y democracia nunca ha sido sencilla, pero es ahora cuando la amenaza se ha convertido en algo serio. Aunque la mentira forme parte estructural de la política y de la vida social, en estos momentos se está rompiendo el imprescindible equilibrio que mantiene a la democracia y que se basa en el peso en la conformación de la opinión pública de elementos como la diversidad de actores políticos, la defensa efectiva del derecho a la información y el papel de los medios de comunicación. Este equilibrio se ha roto, en gran medida, a causa del impacto de la tecnología y la transformación de la comunicación.
El fenómeno avanza peligrosamente favorecido por el odio a los expertos, la falta de confianza en las instituciones y la frustración ante los políticos y está llevando, poco a poco, a las democracias liberales al abismo. Esta nueva 'guerra fría' o ciberguerra mundial, nacida aunque no lo parezca en Timisoara hace 30 años, acabará con la democracia liberal.
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