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Las cinco guerras yugoslavas destruyeron una república que, sin la intervención foránea, habría pervivido en el tiempo. Hoy se cumplen 25 años de un episodio luctuoso que definió, en gran medida, la contienda. Nos referimos a la matanza de Srebrenica, el único genocidio acaecido en ... Europa desde la Segunda Guerra Mundial. En la misión de demolición de los gobiernos del 'socialismo' que ejerció el mundo occidental tras la desaparición de la URSS destaca, por lo trágico, el de la Yugoslavia de Josep Broz 'Tito'. En 1991, Alemania (principal instigadora del intervencionismo), Austria, Hungría (armando a los croatas para favorecer a la minoría magiar de la Vojvodina) y el Vaticano (apoyando a los católicos de Croacia) fueron la avanzadilla de una postura europea, la de reconocer prematuramente a Eslovenia y Croacia, que obligó a Bosnia, cuyos deseos independentistas no existían, a seguir el camino de las anteriores sabiendo que sería aplastada.
Esta responsabilidad ¿quién la asume? ¿Quién nos asegura que Ratko Mladic, el carnicero de Srebrenica, y otros como él habrían podido hacer lo que hicieron de no darse esta circunstancia previa? Estamos convencidos de que, en otra coyuntura ni Slobodan Milosevic, ni Radovan Karadzic, ni el citado Mladic habrían podido actuar como lo hicieron. Ni ellos ni las decenas de criminales de menor rango que pulularon por los Balcanes en estos años.
Y no olvidemos tampoco a Franco Tudjman y Alija Izetbegovic y a su gran valedor, EE UU, que 'sugirió', a este último, a la vez que le proporcionaba armas e instructores, establecer un Estado nacional centralizado sabiendo que los serbios de Bosnia no lo aceptarían tal y como se demostró en abril de 1992, cuando la UE y EE UU, reconocieron su independencia. Inmediatamente, fuerzas paramilitares serbias, bajo el mando del general Ratko Mladic, atacaron Sarajevo y en poco más de un mes controlaban dos tercios del territorio bosnio, donde iniciaron una sangrienta limpieza étnica.
En mayo de 1992, el ejército yugoslavo abandonó Bosnia, y el terreno quedó en manos de las tropas de Mladic y de numerosos grupos irregulares y bandas de delincuentes y asesinos con líderes carismáticos como Zeljko Raznatovic, conocido como 'Arkan'. Los serbios crearon la República Srpska y los croatas, que también expulsaron a los bosnios, crearon la región autónoma de Herzeg-Bosna.
Los errores occidentales fueron numerosos y de diferente calibre. Aunque se desplegaron fuerzas de Unprofor para proteger a los refugiados civiles, se despreció el Plan Vance-Owen (octubre de 1992) que habría ahorrado 3 años de guerra, más de 100.000 muertos e ingentes desplazamientos de población y que se reprodujo en los Acuerdos de Dayton (14 de diciembre de 1995). Se habrían evitado, entre otras, las masacres del mercado de Sarajevo (5 de febrero de 1994), la ya citada de Srebrenica y sus casi 8.000 muertos, y las posteriores de Zepa (3.000) y Banja Luka (4.000).
Un cuarto de siglo después, no todos los muertos bosnios de Srebrenica descansan en el cementerio de Potocari. Cientos de víctimas siguen desaparecidas y desperdigadas por los bosques de los alrededores. El baño de sangre ocurrió en pocos días y miles de hombres y niños fueron ejecutados, sepultados en fosas colectivas o enterrados vivos, tal y como se manifestó en el Tribunal Penal Internacional para la exYugoslavia que condenó a cadena perpetua, en 2017, a Mladic. En la carnicería participaron las detestables milicias de Vojislav Seselj y los Tigres del ya citado 'Arkan'.
Todo ello ocurrió tras la pasividad, o cobardía, de los 450 soldados holandeses que estaban protegiendo a los civiles. El Tribunal Supremo holandés zanjó el asunto dictaminando una responsabilidad del 10% en los hechos de Srebrenica y obviando el pacto de silencio de quien los dirigía, el teniente coronel Thom Karremans (las imágenes de éste brindando y recibiendo regalos de Mladic no tienen precio). Cuestionable como la resistencia del general Bernard Janvier y la del enviado especial de la ONU, Yasushi Akashi, a una acción decidida que habría evitado la masacre. Claro que también hay que reconocer que la OTAN nunca apoyó a los soldados de las Naciones Unidas.
Asimismo, es interesante recordar, para configurar el puzle, que el enclave desmilitarizado de Srebrenica era un punto neurálgico del tráfico de armas y que, cuando se descubrió, los norteamericanos presionaron a la fuerza de protección de la ONU para que modificara sus informes. Recordemos, asimismo, que en ellos se detalla la alianza secreta entre EE UU y grupos islámicos radicales encargados de ayudar a los bosnios, el suministro directo de armas a los bosnios por parte de Irán y el que realizaban los servicios secretos israelíes, griegos y ucranianos con los serbobosnios.
La matanza de Srebrenica fue la peor de las registradas en Europa desde la Segunda Guerra Mundial, un crimen de guerra equiparable a los de Katyn, Lidice u Oradour-sur-Glane, perpetrado delante de los observadores internacionales y el peor episodio de la sangrienta guerra de Bosnia (1992-1995). Srebrenica es parte de una tragedia sobre la que cabe exigir aún muchas responsabilidades.
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