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El PSOE ha vuelto a ganar las elecciones generales, pero el triunfo, el trofeo y gran parte de la atención se la ha llevado Vox, por todos los diputados que ha logrado de repente arrancándoles al PP y a Ciudadanos una parte de los votos ... que fueron suyos. No han conseguido, sin embargo, votos de los socialistas. Abascal está comprobando lo difícil que es ser un Marine Le Pen con barba mientras cita a Ledesma Ramos teniendo a Iván Espinosa de los Monteros a su diestra y a Rocío Monasterio abogando por privatizar (de momento solo en parte) el sistema nacional de pensiones. Ser una fuerza patriótica y social no casa bien con un liberalismo económico que deja pequeño al PP, pero Vox ha llevado a un grado superior la diferencia entre el cuento y las cuentas, entre los lemas populistas y los planes económicos. La izquierda aún tiene tiempo de reaccionar antes de que el signo de los tiempos haga aparecer un verdadero partido de tintes neofascitas que enfervorezca a las masas.
Las crisis crean extraños aliados y extraños monstruos y si el sistema en el que vivimos está en crisis, eso no se debe a que el próximo Gobierno pueda ser una coalición de PSOE y Podemos, sino a las fuerzas que lo han minado desde dentro con la palabra libertad en la boca. Ya ha dicho Joseph Stiglitz que el neoliberalismo lleva cuatro décadas debilitando la democracia. Con la liberalización del mercado de capitales, estos han sido capaces de poner y quitar gobiernos por el sencillo método de largarse de un país cuando no les gustaba el partido que había ganado las elecciones. La pérdida de confianza en el sistema ha sido brutal. Vivimos tiempos turbulentos. Las sociedades moldeadas por el neoliberalismo están fracturadas, sumergidas en la frustración y la inquietud.
A los recortes en gasto y en inversión social, a la contención salarial y las medidas que han aumentado el campo de acción de las empresas erosionando el nivel de vida de los trabajadores, no ha seguido el premio al sacrificio, la promesa machaconamente repetida no se ha cumplido y la riqueza, lejos de derramarse de una forma natural por el efecto benéfico y autorregulador de los mercados, se concentra y juega en la sombra, preparando la próxima crisis. La banca en la sombra son todas esas cosas (fondos, capital riesgo, hedge funds y plataformas varias) que ofrecen los mismos servicios que la banca de toda la vida, pero con menos regulación. Y ese es el problema. Lo ha dicho José María Roldán, presidente de la Asociación Española de Banca,: ahí se está incubando la próxima gran crisis económica. Es al fin y al cabo la misma trastienda donde se alimentó la burbuja de las hipotecas basura. El gobernador del Banco de España también ha pedido que esta actividad tenga la misma supervisión que la banca tradicional. Pero ¿quién le pone el cascabel al gato?
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