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Comenzaron ayer las rebajas de enero y las aglomeraciones no se dieron tanto en las puertas de los grandes almacenes como en las tiendas 'online' al filo de la medianoche. Van quedando lejos los tiempos en que en días así los dependientes tenían que lanzarse ... cuerpo a tierra ante la avalancha de compradores enloquecidos. Hoy los descuentos son constantes y las ofertas te interpelan personalmente, durante todo el año, en la pantalla del móvil. No es fácil que se dé el acontecimiento cuando se habita en el acontecimiento perpetuo. Como suele pasar, a las rebajas de antaño les detecta uno tarde el encanto. Eran civilizadas aquellas peleas frente al montón del dos por uno. Conservaban una energía que venía directa, qué sé yo, de Biblos. Igual exagero. Pero es que el otro día Walmart lanzó imágenes de cómo será acudir a uno de sus supermercados en el Metaverso de Mark Zuckerberg y la pesadilla resultante daba ganas de regresar al apacible trueque neolítico.
Con el énfasis desganado de la rutina, se destacan este año las resignadas esperanzas de los comerciantes y la predilección de la gente por los descuentos en el textil. También hay quien ve una tienda llena y se escandaliza por la aglomeración en estos tiempos. Esto es curioso porque la verdadera rebaja decisiva puede tener que ver precisamente con el covid, con su progresiva devaluación y su avance hacia el saldo gripal. Todavía queda para eso, pero desde ayer Sanidad tiene la exigencia para las cuarentenas en las clases de Infantil y Primaria al 20%. Cinco por uno: cinco alumnos y un confinamiento. Sale mejor así por el lado de la conciliación, aunque no sabemos si se aplicará en el País Vasco. Tampoco sabemos por qué las rebajas no llegan del mismo modo a los test de antígenos, que siguen siendo más caros que en los países vecinos. Lo ideal sería que en las tiendas los dependientes te metiesen en la bolsa unos test de regalo. Puestos a soñar, el círculo de las rebajas pandémicas se cerraría si los antivacunas lanzasen descuentos en su inteligencia superior y aceptasen al menos la primera dosis de Pfizer, que podría inoculárseles por el método del avión, moviendo el sanitario la jeringuilla como un reactor y canturreándoles que va el pinchacito, no por papá, sino por Rafa Nadal.
España
Garzón debería dimitir, pero por el turre. Por su culpa España es ya un régimen cárnico y las elecciones de Castilla y León van a decidirse en términos ganaderos. Ayer Lambán anunció que anunciará filetes en 'The Guardian' y Marlaska celebró la ganadería patria en un acto sobre Tráfico. Incluso puede que el PSOE postule a Luis Tudanca como candidato a la Junta porque tiene apellido de raza autóctona y eso favorece un efecto de cencerro proustiano. Pues imagínense el PP. Ayer ya había senadores populares abrazando vacas en Murcia. Y van a llevar lo de Garzón a todos los ayuntamientos del país. No se asusten si Pablo Casado regresa de su cuarentena como John Wayne al comienzo de 'Río Rojo', con sombrero de 'cowboy' y un hierro al rojo en la mano, prometiendo «suficiente carne para alimentar a todo el país, buena carne para la gente hambrienta». Mientras, a su lado intenta Teodoro poner cara de Montgomery Clift.
Kazajistán
El presidente de Kazajistán informó ayer a la nación de que ha dado orden de «disparar a matar sin aviso previo» a los manifestantes que han salido a protestar primero contra el precio del gas y después contra el Gobierno en general. ¿Ven cómo el «emmerder» de Macron no era para tanto? El aviso del presidente kazajo obtuvo el respaldo de China. Y el rechazo de Estados Unidos y la Unión Europea. Siempre partidario del díselo con tanques, Vladímir Putin apoya al líder vecino y le envía incluso tranquilizadores paracaidistas rusos en misión de paz.
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