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Los sorteos de VPO en propiedad celebrados en pabellones deportivos, con el consejero de Vivienda soltando un discursillo, el público abucheando los nombres exóticos que aparecían en las pantallas y la televisión local emitiendo en directo, se hunden en el sector inexplicable de nuestro pasado ... reciente. En los compartimentos cercanos, por ilustrar un poco el desvarío, se conservan promesas ridículas, como la del vídeo 2000, el sistema audiovisual doméstico del futuro, y temeridades varias, como la de los pediatras que, encendiéndose un ducados con la colilla del ducados anterior, procedían a examinar a un pobre chiquillo al que le pitaba el pecho y no respiraba bien.
Visto con perspectiva, el modo en que nuestra sociedad ha conseguido hacer del mercado inmobiliario un laberinto en el que varias generaciones queden atrapadas tiene hasta mérito. Me refiero a la perfección del desastre. No hay flanco del asunto que rehúya el disparate. Qué sé yo: en febrero de 2008, con la crisis asomando por el lado del ladrillo, el consejero Madrazo insistía con absoluta seguridad, casi enfadado, en que el sector de la construcción en Euskadi no iba a «pinchar». Y llevaba razón. Lo que hizo el sector fue hundirse: en los siguientes ocho años la tasa de reducción de empleo que se sufrió en la construcción fue del 42%, el doble del que se dio en la industria.
Quizá todo lo que vino después haya contribuido a desalojarnos del córtex cerebral colectivo la certeza de que alquilar es poco menos que quemar billetes y el derecho no es a la vivienda, sino a su propiedad, a su propiedad con plaza de garaje y trastero. Porque, díganme, ¿qué ciudadano puede vivir con dignidad sin un trastero? Con gente «afectada» por la hipoteca como se está afectado por cualquier otra enfermedad rara y degenerativa, desde hace algunos años se observa entre la población una mayor predisposición al alquiler. El Gobierno vasco secunda la opción y se ha comprometido a que a partir de 2020 todas las promociones públicas sean de alquiler. Conseguir que afloren las viviendas vacías, evitar que las rentas se disparen y favorecer que los jóvenes accedan a su primera vivienda son otras medidas que deberían ayudar a generar un mercado de alquiler sano y suficiente. La idea general es que las casas son los lugares donde uno vive. No la trampa que le arruina a uno la vida.
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