La fatiga pandémica es un padecimiento sofisticado y ataca por el flanco espiritual. Sobre todo, cuando cierran los bares y no tienes más remedio que lanzar tapas de alcantarilla contra la Ertzaintza. Hay por supuesto una mayoría de gente que no consigue vivir con esa ... exaltación como de zoológico. A ellos la fatiga pandémica solo los tiene estupefactos, hartos y apenados. Esta mayoría de la población actúa con prudencia, cumple las normas y hace tiempo que renunció a entender gran cosa. Sucede, sin duda, porque la situación es cambiante, endiablada y nunca vista. Pero también porque casi nada de lo que se dice o hace se les explica.

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Vamos allá: ayer, tras una de esas reuniones del LABI en las que todo se acuerda al parecer por unanimidad, la consejera de Salud anunció el confinamiento perimetral de todos los municipios vascos y la limitación de las reuniones a un número máximo de cuatro personas. Fue un anuncio asombroso. Lakua llevaba días insistiendo en que la clave para afrontar la emergencia actual era algo muy distinto: adelantar el toque de queda. Cierto que el Gobierno central les negó a las comunidades esa posibilidad porque lo de aparecer por el Congreso no les va bien, pero, si lo imprescindible era meter a la gente antes en casa, el Gobierno vasco podría haber hecho algo contundente en esa línea: adelantar el cierre de toda actividad no esencial.

Se ha optado, sin embargo, por no dejar salir a la gente de sus municipios. ¿Tiene eso algo que ver? Cuando se le preguntó ayer a la consejera por qué no lo cerraban todo antes, su respuesta fue un párrafo de Heidegger. Parece que adelantar el cierre del comercio generaría «una especie de tierra de nadie, un tiempo de nadie» donde habría «una movilidad que no se concentrará en espacios pero que sigue generando una movilidad». Quita, quita. Si le suceden esas cosas al tiempo y al espacio, es probable que dejemos de ser una autonomía para ser un agujero negro. Yo, por supuesto, no sé qué debe hacerse para frenar la nueva ola de la epidemia. Yo solo intuyo que la incomprensión redobla la fatiga. Y hay cosas que no se entienden. Por ejemplo, la diferencia entre los diagnósticos que el Gobierno vasco emite y las medidas que adopta, sobre todo si se toman como referencia las acciones que mientras tanto les exige a los demás.

CIFUENTES

Líneas generales

Cristina Cifuentes aseguró ayer ante el tribunal que juzga lo de su titulación universitaria fraudulenta que no defendió su Trabajo de Fin de Máster frente a un tribunal, sino que se lo «explicó» en «líneas generales» a una gente misteriosa, «dos o tres personas», en un despacho. De ser su abogado, yo habría argumentado a favor de mi cliente que en una ocasión coincidió en un ascensor con un señor de Béjar que se puso a hablar del tiempo y, a la altura de la entreplanta, ella ya estaba convencida de que se había licenciado en Geofísica por la Universidad de Salamanca. Al final, lo increíble del 'caso Cifuentes' no es, por desgracia, lo de que una universidad regale títulos a las personas adecuadas, sino que alguien pueda obcecarse así en su propia destrucción. La de la expresidenta, por cierto, terminó siendo muy cruel: en sus mejores momentos, el PP madrileño hacía pensar en unos 'Peaky Blinders' que fuesen al tenis en la Caja Mágica y dijesen mucho «liberticidio». En términos de gestión de catástrofes, eso sí, Cifuentes ha dejado una lección para quien la quiera aprovechar: dimitir con ligereza y jamás insistir en una mentira puede ser, con mucho, la opción menos dolorosa.

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IGUALDAD

Ley a traición

El Gobierno tiene líos internos en cuestiones decisivas y en cuestiones simbólicas. Dado el particular estilo del Ejecutivo, importan más las simbólicas. Eso explica que el PSOE se haya cobrado una deuda pendiente con Podemos presentando en el Congreso una ley de Igualdad sin contar con el Ministerio de Igualdad. El movimiento es magnífico y debería ser contestado con ambición y en sus mismos términos: Pablo Iglesias presentando una nueva línea de AVE a espaldas de Fomento. La pelea es antigua y tiene que ver con la representación del feminismo. Como cualquiera aprende por las malas, en el PSOE se han apresurado a relacionar la nueva ley con la figura de Pedro Zerolo, de modo que, antes o después, responderán a las críticas de sus socios y rivales identificándolas con ataques a la memoria de aquel luchador ejemplar: una ignominia de la que solo sería capaz la ultraderecha. Será entonces cuando Echenique pueda interponer una denuncia, pero no por deslealtad, sino por plagio.

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