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Hay un lenguaje, casi diría un metalenguaje, que baila en el mes de junio como las olas de un mar inevitable. La radio y televisión pregonan con redobles de tambores y las redes sociales arden pregonando los nuevos fichajes o los costosos traspasos de los ... hombres mejor pagados del mundo. Los mentideros deportivos especulan sobre quién dejará el sagrado césped a cambio de una escandalosa cifra y quién vendrá al suyo tras unas negociaciones que dejan en mantillas los acuerdos de alto el fuego. La obscenidad de las cifras neutraliza la solapada actividad postelectoral y el soniquete de promesas va acallándose para dar paso a la terminología que impone el mercado futbolístico: «el presidente mueve ficha», «el galáctico cambia de camiseta»... El hiperprofesionalismo del fútbol hace que este deporte ya no vaya de once jugadores y un balón. Las legiones de intermediarios, padres motivados, administradores de cuentas de imagen y abogados que acompañan a los astros se asemeja al cortejo de un emperador. Este séquito permite que estos jóvenes siempre lleguen a opacos acuerdos que los redimen de cualquier fechoría, ya sea Hacienda o una acusación por una presunta violación. No dejo de asombrarme de la capacidad memorística de los hinchas, que conocen el año, la ciudad y, por supuesto, el equipo del fenómeno que marcó un gol, se lesionó o pronunció cuatro frases seguidas. Ni pongo ni quito. Es lo que hay. Suerte tienen los aficionados a ese deporte por gozar de una cobertura informativa que desmenuza cada patada, cada gesto y cada silencio a cámara lenta para prolongar sin cuestionar lo que sostiene al gigante. Dice el refrán que 'nada es verdad o mentira, sino que depende del color con que se mira'. Sería maravilloso que esa mirada corrigiera el ángulo y de vez en cuando reposara sobre otras cosas. No sé a cuánto está el gol de Neymar, pero lo que sé es que no salta a los titulares el coste del fichaje de un bioquímico capacitado para hacer un descubrimiento médico. Desconocemos los nombres del equipo que le ha metido un gol al ébola, aunque sepamos que son investigadores de IrxiCaixa. Han descubierto que este virus que amenaza a los seres humanos utiliza un receptor celular igual que el VIH para invadir las células mieloides del sistema inmunitario. Y lo han hecho cobrando un salario que ronda los 1.500 euros mensuales. En fin, que desconozco si los astros del balompié hacen donaciones de equipos médicos como las realizadas por la fundación de Amancio Ortega, pero no me suena que los políticos que nos han entretenido con su indignación censuren a los que, a pesar de sus espectaculares patadas, estafan a Hacienda, lucen pedruscos de muchos quilates en las orejas, coleccionan deportivos por valor de millones de euros y ocupan los rincones más hermosos de la tierra, alfombra roja incluida.
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