Socios y rivales
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El PSE entra en el Gobierno de Amaia del CampoEl último noviembre fue un mes inolvidable en la política baracaldesa. Fue entonces cuando el PSE votó en contra de la subida de tasas del PNV y saltaron por los aires las relaciones entre dos partidos que habían alcanzado un acuerdo de estabilidad tras las ... municipales de 2015. «Barakaldo tiene un problema que se llama Amaia del Campo», dijeron los socialistas. «Los socialistas han demostrado que no son de fiar», dijo Amaia del Campo. Desde el PSE se acusó a la alcaldesa de gastar dinerales para tratar de «limpiar su deteriorada imagen». Desde el PNV se aseguró que los socialistas «no están capacitados para ejercer ninguna responsabilidad en el Ayuntamiento».
Diez meses y unas elecciones después, el PSE entra en el Gobierno de Amaia del Campo. En la foto de la firma del acuerdo son todo sonrisas. Los socialistas ya no piensan que la alcaldesa es ella misma un problema. Y la alcaldesa ha concluido que los socialistas sí están capacitados para ejercer alguna responsabilidad. La concejalía de Urbanismo, por ejemplo. Y la de Seguridad Ciudadana. Bueno, y la de Empleo. También la de Desarrollo Sostenible y Medio Natural.
Quizá la llegada de Alfredo Retortillo ha posibilitado una interlocución menos viciada en Barakaldo. O quizá han sido las altas esferas de ambos partidos las que se han cansado de que el acuerdo entre nacionalistas y socialistas que funciona en todas las instancias políticas del país no funcione, precisamente, en la cuarta ciudad del país. Lo ocurrido, sin embargo, nos sorprende. Es la falta de costumbre. A los políticos decimos exigirles diálogo y capacidad de acuerdo, pero los premiamos cuanto más inflexibles, épicos y savonarolas se ponen. Bastaría con que fuesen razonables el mayor tiempo posible.
Nuestra vida pública sufre también un exceso de dramatismo. Doris Goodwin acuñó el término «equipo de rivales» para referirse en su biografía de Lincoln a la capacidad del presidente americano para incluir en su gabinete a competidores que incluso le insultaban en público. Cierto que eran todos del Partido Republicano. Pero también era aquello el Far West y estaban a las puertas de una guerra civil. Imagínense cómo terminaría hoy un Vistalegre cualquiera, un comité calentito en Ferraz, una convención del PP vasco después de Cayetana, si tuvieran los compañeros de partido facilidad para acceder a armas de fuego.
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