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Recuerdo aquellas temporadas, a finales de los noventa, en las que José Luis Markaida, recién estrenado el otoño, nos explicaba con grandes dosis de paciencia ... y didactismo el estado de las cuentas del Athletic y algunos conceptos básicos como el de déficit estructural. Repasando en la hemeroteca algunas de aquellas entrevistas y ruedas de prensa del que fuera adjunto a la presidencia durante el mandato de José María Arrate, uno descubre, más o menos resignado a nuestras condenas eternas que, veinte años después, el problema básico de la economía rojiblanca sigue siendo el mismo. Podríamos resumirlo exponiendo un dilema: o el equipo consigue jugar en Europa y el club obtiene esos ingresos extraordinarios, o sus gastos anuales, sobre todo los de una plantilla muy bien pagada, le abocan a los números rojos en su balance.
En este sentido, pocas o ninguna sorpresa podemos llevarnos con estas primeras cuentas de Aitor Elizegi que acabamos de conocer. Seguro que hay por ahí hiperventilados que se rasgan las vestiduras por el hecho de que el presidente haya tenido que utilizar casi la mitad de la famosa 'hucha' de Urrutia para cuadrar las cuentas hasta 2020. Ya imagino incluso a algunas luminarias contraponiendo en las redes sociales, con un desgarro flamenco, la maravillosa gestión económica de la directiva anterior frente al desastre de la junta actual, compuesta a su juicio por incompetentes populistas que meten la mano en la caja de caudales sin ninguna contemplación. No estaría mal que esta gente recordara que, hace justo un año, Alberto Uribe-Echevarría, el contador del club y futuro candidato a la presidencia, fue honesto y reconoció públicamente que sólo los ingresos extraordinarios por el pago de la cláusula de rescisión de Kepa Arrizabalaga impidieron presentar un déficit superior a los veinte millones.
Este es el problema. A día de hoy, podemos cifrarlo en veinte kilos. Es el sobreprecio a pagar. La filosofía nos sale cara. ¿A alguien le sorprende? Lo explicaba con deportividad José Luis Markaida en una entrevista de 1999. «Es evidente que jugamos en desventaja. Una cosa es que lo tengamos asumido y otra negar una evidencia. Tener una oferta muy limitada siempre sale caro. De todas formas, si queremos conservar a nuestros técnicos y jugadores y tener así un equipo competitivo, eso hay que pagarlo», dijo en estas mismas páginas. Resignémonos, pues, como en otras épocas, a que sólo los traspasos de jugadores -Markaida siempre defendió que se consideraran ingresos ordinarios- nos librarán de este déficit estructural. Y crucemos los dedos y animemos al equipo para que, entrando en competiciones europeas, las ventas de futbolistas sean lo menos necesarias posibles. Es decir, que no haya hucha -yo siempre las imagino de barro y con la imagen de un cerdito-, pero tampoco necesidad de pegarle un martillazo cada año por estas fechas.
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Silvia Cantera, David Olabarri y Gabriel Cuesta
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