Sobre el amor
La Mirada ·
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La Mirada ·
Como decían los antiguos árabes, es una extraña enfermedad que nos hace ver al otro no como es, sino como queremos que seaEste año decidí no caer en la trampa comercial de San Valentín (postales cursilonas, corazones de caramelo, pasteles de color de rosa, novios empalagosos) y hablar de amor amor. Miro al cielo, oscuro y ciego, no hay estrellas, y pienso. El amor suele venir cabalgando ... desde remotos horizontes del alma, desde los telescopios y las estrellas más lejanas, atraviesa túneles misteriosos, asoma en los espejos rotos, recorre nuestros rincones más escondidos, y nos coge de sorpresa, siempre nos coge de sorpresa, nos atropella, nos trastorna, nos transforma. El amor es vencedor de la muerte. Nos hace valientes, nos vuelve guapos, listos y atrevidos. Lo llena todo, destierra el miedo y la soledad, nos hace cantar en un día tormentoso, convierte el viento helado del invierno en brisa de primavera y el bar más inmundo en un palacio.
Suspiro y miro otra vez al cielo. Y es que cuando ocurre el milagro del amor, cuando se produce el prodigio, nuestra soledad se rompe en mil pedazos. Nos sentimos vivos, vivos de verdad: no hay resquicios por donde se cuele la muerte. Somos en el otro y con el otro, somos tan fuertes y hermosos como nos soñamos, somos en plenitud. Y esa experiencia, acabe después como acabe, es un paseo por la eternidad, por la felicidad, por la alegría, por todo lo que es bueno.
La luna ahora está ahí, me lanza un guiño desde arriba y me dice que me va a contar un cuento; bueno, una leyenda. La escucho para no hacerle un feo. Una vez, hace muchos siglos, había un joven rico y un poco poeta, se llamaba Manrique y vivía en Soria. Era amante de la soledad y le gustaba pasear de noche. Uno de sus paseos preferidos era acercarse a un monasterio en ruinas, casi oculto entre árboles y malezas. Hasta que una noche ocurrió algo.
Cuando Manrique se estaba acercando al monasterio vio a lo lejos la silueta de una mujer, que intuyó muy hermosa y, empujado por un extraño impulso, corrió, corrió y corrió tras ella, pero no consiguió alcanzarla, la dama había desaparecido. Manrique volvió muy triste a su castillo, la silueta luminosa de aquella mujer le había hechizado, le había herido el corazón tanto, tanto, que ya no sentía el corazón. A partir de entonces, noche tras noche, el joven volvió al monasterio en ruinas en busca de su amada. Sin embargo, noche tras noche, volvía a casa con su soledad.
Llegado el relato a este punto, la luna se escondió un instante detrás de unas nubes muy oscuras, todo se quedó negro y yo sentí una extraña inquietud. Cuando volvió a aparecer, tenía una sonrisa maléfica y, sin dejar de sonreír, continuó con la historia. Por fin, una noche, Manrique tuvo suerte, la silueta de la dama esbelta, delicada y bellísima apareció otra vez entre los árboles y, en esta ocasión, el joven pudo llegar hasta ella y la abrazó contra su corazón. Y sucedió que, cuando Manrique fue a darle un largo beso de amor, se dio cuenta de que entre sus brazos no había nadie, más que un rayo de luna burlón, que se deshizo suavemente en la nada.
La dama de sus sueños no existía. Él la había inventado perfecta, exquisita, mágica. Él la había adornado con todas las cualidades, que él mismo admiraba. Todo era una ilusión, una triste y tonta ilusión. La luna se calló y me miró, el cuento se había acabado, ahora era yo la que tenía que sacar mis conclusiones. Entonces sentí rabia y le saqué la lengua a aquella luna mentirosa y tramposa, le grité que se había apoderado de la leyenda de Bécquer, 'Rayo de luna', y me fui muy indignada. Sin embargo, sin embargo, en el fondo de mi corazón sabía que la luna y Bécquer podían tener razón. El amor, como decían los antiguos árabes, es una extraña enfermedad, que nos hace ver al otro no como es, sino como queremos que sea, luego, cuando nos curamos, nos deja un agujerito negro en el alma.
Y recité a Lope de Vega: «Desmayarse, atreverse, estar furioso, áspero, tierno, liberal, esquivo, alentado, mortal, difunto, vivo, leal, traidor, infame, animoso… Creer que un cielo en un infierno cabe, dar la vida y el alma a un desengaño, esto es amor, quien lo probó lo sabe»…
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