Desde el Sinclair Spectrum, el Amstrad 64, el Atari 800, el Apple de la época o el primer PC de IBM, con los que despegó la informática de consumo; desde los primeros balbuceos de la World Wide Web, hemos llegado al último título del filósofo ... francés Éric Sadin: 'La silicolonización del mundo'. Los años 80 y 90 eran tiempos de optimismo digital, ya que en la tradición judeo-cristiana siempre vamos caminando hacia la Tierra Prometida. Algunas décadas después el futuro se ha estropeado, que es lo que suele pasar, y la Tierra Prometida sigue más allá del horizonte. Ayer leí en este periódico unos extractos del último informe del FMI titulado 'Perspectiva Económica Mundial' y la perspectiva no era buena. El informe habla de tensiones geopolíticas relevantes y de la posibilidad de sorpresas desagradables en el corto plazo. Las tensiones geopolíticas a veces llevan la fea cara de algún dirigente a la que se asoma el alma más fea y mezquina de la humanidad. «En lo económico -dice el informe- el fenómeno estrella es el gigantesco endeudamiento tanto público, sobre todo, como privado en el que está sumida la economía mundial». Esta es una observación interesante, porque uno de los grandes negocios mundiales y uno de los pilares del orden económico actual es esa deuda, que sostiene un sistema financiero mastodóntico y que nos va llevando a la ruina otra vez, pero no porque vivamos por encima de nuestras posibilidades, sino porque todo está organizado para que la deuda crezca ininterrumpidamente.

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Otro de los factores que modelan el mundo es la esfera virtual albergada en Internet. Mientras una gran parte de la población la utiliza como tienda y patio de recreo, los grandes poderes de Silicon Valley nos convierten en datos manipulados por una inteligencia artificial cada vez más efectiva. Es la colonización del tecnocapitalismo que extiende sus redes (nunca mejor dicho) a todo el orbe. Eso es lo que dice el autor francés Ëric Sadin, que el martes día 2 estuvo en Bilbao, en Bidebarrieta Kulturgunea, presentando la edición española de su libro. Y aunque las fotos del autor que hemos visto precisamente en Internet podrían inducirnos a desconfiar de un tipo que posa de esa manera, lo cierto es que cuando le leemos y le escuchamos descubrimos que su discurso está lleno de sentido. Se fue el tiempo del optimismo y es la hora de la crítica, pero a la señora rebelión no se la ve por ninguna parte. Las promesas de emancipación que inauguraron la era digital están lejos. No obstante, a nadie le importa mucho que las decisiones las tomen las máquinas, siempre que esas decisiones le favorezcan. La inteligencia artificial que rige Internet, sin embargo, no está diseñada pensando en nuestro bienestar; más bien, como dice Sadin, para «crear una relación publicidad-cliente ininterrumpida».

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