Sensación térmica

Podría pensarse que estas diferencias tienen que ver con los distintos estudios demoscópicos -matices en las preguntas, en las mediciones o en las interpretaciones-, pero sería una explicación grosera. El problema en mi opinión es que la sociología es demasiado científica y se revela incapaz de medir lo inaprensible. Me refiero al espíritu ensimismado, subjetivo y paradójico del vasco que llega a su casa en pleno invierno y reflexiona: «No tengo el menor problema para llegar a fin de mes, la economía marcha bien o muy bien, somos líderes europeos en todo en general, pero no voy a poner la calefacción porque también puedo entrar en calor haciendo flexiones con el abrigo puesto y quemando después unos periódicos».

La diferencia entre lo que se mide y lo que se siente es conocida y todo apunta a que esta vez la sensación térmica se traslada al clima social. Digamos que los discursos oficiales rebosan satisfacción y confianza mientras la gente comienza a pesar los melones en el súper por curiosidad: para ver cuánto puede llegar a costar uno. También cabe la posibilidad de que haya entre la población vasca un montón de ciudadanos que, de tanto idolatrarle a Merkel la seriedad, han terminado creyendo que son alemanes y hacen caso a Robert Habeck, ministro de Economía que ha salido a pedir ahorro energético y a avisar a ciudadanos adultos de que lo de ahí delante es «un camino pedregoso que como país tenemos que transitar».

Tenemos por ahí tres mil profesores a los que se les ofreció una prima para que se jubilasen al cumplir los sesenta, para facilitar el relevo generacional en la escuela pública vasca. Diez años después, no han visto un euro. El bonus lo estableció el lehendakari López y lo suspendió el lehendakari Urkullu, o sea, ambas cosas las hizo el Gobierno vasco. Esl caso es que los profesores llevan una década protestando, ascendiendo de la vía administrativa a la judicial y pasando por la vía parlamentaria y por la de la manifestación frente a las sedes de PSE y PNV. Ahora un juzgado de Vitoria les da la razón. Se intuyen los recursos, pero por ahora el Gobierno debe pagar y la cantidad es enorme. Piensen en unos 40.000 euros por cada profesor que sí cumplió su parte y dio el relevo generacional maravillosamente bien. Si llegan a saber que la jubilación no anticipaba la felicidad, sino el pleito con la Administración, se lo habrían pensado dos veces.

La tranquilidad en la frontera de Melilla fue una de las razones aducidas para justificar el giro del Sáhara. Sin embargo, ayer hubo un asalto a la valla: cinco migrantes muertos y decenas de policías heridos a ambos lados de la frontera. El Gobierno celebra que la colaboración de Marruecos ha sido «total» y circulan imágenes de cuerpos apilados de jóvenes subsaharianos que hacen pensar en una tragedia. La externalización del problema de la inmigración no solo requiere de vallas, sino también de biombos. Para que se vea lo menos posible.