Señales de vida

Ha sido en este clima de conflicto inminente en el que ha llegado la videollamada que de algún modo lo para todo y conecta a dos instituciones tranquilizadoras: el Gobierno chino y el COI. Lo mejor del episodio ha sido que ha habido quien aseguraba que todo era normalísimo, pero los occidentales no lo entendíamos por una mezcla de arrogancia y distancia cultural. De ese modo, lo del gerontócrata del Gobierno y Peng Shuai fue solo un romance y lo de demostrarle al mundo que eres libre mediante la liberación de vídeos misteriosos una especie rasgo cultural. Sabemos por Malraux que China es la otra cara de la experiencia humana, pero esa idea implica también que la experiencia humana es solo una. Por eso parece lógico preocuparse por alguien que aparentemente desaparece y no tragarse la chatarra de que lo de China no es represión, sino misterio milenario. La distancia cultural afecta curiosamente a Peng Shuai, tenista de primera línea mundial, cuando señala a los poderosos de su país y no cuando daba ruedas de prensa en los torneos del mundo adelante. Busquen los vídeos: la joven habla inglés perfectamente y dice las mismas cosas que puede decir cualquier otro deportista de su nivel, así haya nacido en Sidney, Johannesburgo o Soria.

Lo mejor del congreso del PSE es que a Urkullu le ha molestado que Pedro Sánchez venga y no llame. No se trata de la indignación fingida del amigo que no acepta que en su ciudad duermas en un hotel. Es indignación real: Urkullu insiste en que Sánchez no le contesta a las cartas. Y el lehendakari quería llevarle a Gernika por razones relacionadas con la memoria histórica y el 20-N. Si lo de las cartas está mal, hay que recordar que Sánchez ya estuvo en Gernika en 2016. Igual por eso prefirió no molestar a Urkullu. Que una cosa es ser socios y otra dar la tabarra. En cuanto a los socios, Eneko Andueza estrenó la secretaría general tirando por lo del tiempo nuevo, el protagonismo y los otros caminos posibles. Sonaba a empezar a contestarle las cartas a Otegi. Si es que hasta el nombre del congreso socialista iba por ahí: 'Un nuevo comienzo'. Como un subtítulo de 'Star Wars'. O como una idea complicada y funesta de Zaratustra.

Nada más conocerse la muerte de Escohotado, Begoña Villacís ya quería ponerle una calle. Para que la gente pase por ella y sienta «esa forma de ver la vida». ¿Y no será mejor para eso leer sus libros? En el penúltimo, el de conversaciones con Ricardo Colmenero, Escohotado hace un retrato maravilloso de Albert Rivera, que fue a verle a Ibiza se bebió seis gin-tonics y le confesó que le daban pavor las drogas. «Es de los que se cree que hay una diferencia sustancial entre el alcohol y las drogas», sentenciaba Escohotado. «Y ya con eso está dicho todo».