Sector privado

La verdad es que esta historia es tristísima. Los riverólogos sabemos la ilusión que tenía Albert Rivera por el sector privado, ya que él viene de la sociedad civil, y en su casa le enseñaron a trabajar con sus manos y su cabeza, y quería seguir soñando y disfrutando y siendo feliz, porque en la política perdió la felicidad, que se lo veían los suyos en los ojos, sobre todo Malú, su pareja, que lo entendió perfectamente porque ella también es superexigente y viene del éxito y de picar piedra… Sé que la frase anterior les ha dejado al borde de la asfixia. Por la emoción. Modestia aparte, la he construido acudiendo a fuentes primarias: una entrevista en lo de Bertín y el discurso de dimisión que a Rivera le preparó Euprepio Padula, el italianizante 'coach' televisivo experto en 'leadership'.

Tras lo del bufete, Albert Rivera garantiza que no volverá a la política. Al ser hijo y nieto de autónomos, perfila «nuevos proyectos ilusionantes vinculados al mundo jurídico». Lees semejante cosa y parece que va a grabar un disco de autos procesales con la E. Street Band. No lo descarten. Ayer por la tarde algunas fuentes situaban el futuro de Rivera en el mundo de la industria musical y los eventos. Pues ahí va el joven político reformista que en 2019 pudo conseguirle al país un gobierno estable y aburridamente europeo entre socialdemócratas y liberales. Tres años después, en medio de la polarización y el deterioro, profundizando en la dinámica suicida, brilla aquella ocasión como la de Cardeñosa, pero no en Argentina sino en Shangri-La. Pero no importa, Albert. Los sueños. Tú persigue tus sueños.

El juicio por la presunta violación en 'Gran Hermano' no pudo comenzar ayer. La víctima no acudió a la sala por sufrir problemas psiquiátricos. Imagino que el tribunal tiene en esta ocasión una ventaja: todo está grabado. Porque el programa no dejó de grabar. Ni cuando se cometieron los supuestos abusos sobre una mujer inconsciente ni cuando le mostraron a la víctima las imágenes de lo ocurrido. Lo hicieron convocándola al llamado 'confesionario' y poniéndola en contacto con el llamado 'Súper'. O sea, como si le informasen de la desaparición de unos yogures en la casa. Y siguieron grabando. No dejaron de grabar. El escándalo, sin embargo, es relativo. Y programas en la misma longitud de onda, protagonizados por los mismos personajes, expenden cada día lecciones y aun son aprovechados por la política redentora. Y no pasa nada. Los dioses de la dignidad y la cancelación, ya se ve, son caprichosos. Además de falsos.

Putin recibe a Macron, pero no a pie de avión, para que sienta el frío y recuerde a Napoleón y al General Invierno. Después lo sienta en una mesa de longitud descomunal, como ideada por Mel Brooks. El presidente francés insiste sin embargo con el protagonismo diplomático y asegura que la cosa marcha. Que igual sí. Pero implica riesgos. No hay líder occidental que se acerque dialogante a Putin y no reciba su consiguiente humillación. Es como lo de la canción, pero con balalaicas: si el Kremlin te vacila, tú te callas y lo asimilas.