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No guardo un respeto reverencial por las modas o tendencias en cuanto tienen de conceptos variables, mutantes y hasta caprichosos. Pero, y me apresuro a ... añadir por la que cuenta que trae, nada que reprochar a la conciencia verde que tan bien compagina con el color corporativo de Vitoria como ejemplo europeo (y hasta mundial) de la ecología urbana. Santo y seña de identidad. Motivo de orgullo, claro que sí. En torno al ambiente entero, para qué quedarnos a medias, se suceden las campañas alrededor de cuestiones concretas. Lo actual, y que en nada se entienda como un reproche, apunta a la naturaleza letal del plástico, ese material que debemos de combatir con todas las fuerzas procedentes de la conciencia humana.
Se suceden las iniciativas tendentes a eliminarlo o, en el peor de los casos, arrinconarlo en el último lugar de la cola. Y la próxima cita grupal sobre el asunto corresponde a la Sociedad Manuel Iradier, que lleva el nombre de uno de esos personajes que sustanciarían un capítulo de 'Alaveses por el mundo'. El hecho es que propone una quedada colectiva para el próximo domingo con el fin de recoger el último demonio de la contaminación alrededor de Salburua, mayúsculo botón de muestra dentro de esa cadena global (Anillo Verde) del que presumimos, motivos hay, ante las visitas. El salón 'green' de una Vitoria pintada con el tono cromático de la esmeralda.
El reclamo trata de reunir a familias para educar a la cantera -las criaturas que son presente y proyectarán sus vidas hacia el futuro- porque lo que pronto se aprende tarda en olvidarse. A quienes crecen mecidos en la hamaca de los valores les costará enumerar eximentes de los cumplimientos que les atañen. Así que entre la iniciativa de 'la excursionista' y el apoyo municipal a través de Ataria como centro de interpretación de la naturaleza ya pueden ir protegiendo las manos con guantes de plástico -vaya con la paradoja- para retirar ídems sin herirse las manos. Que la ecología, como la letra según la enseñanza pretérita, con sangre entra.
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