Salvaguardar el empleo
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Con la brecha digital puede desmoronarse el sistema vigente, que facilita educación, sanidad y pensión a quienes trabajan y tributanLa asamblea anual del Foro Económico Mundial (WEF) que congrega en la cumbre alpina de Davos, Suiza, a la elite mundial viene rodeada de posicionamientos encontrados. Pero las iniciativas en campos críticos de la realidad social que el Foro acomete son notables. La dirección del ... WEF publica anualmente un 'Informe de Riesgos Globales'. Riesgos económicos, medioambientales, geopolíticos, sociales y tecnológicos. El Informe de 2020 vuelve sobre las indiscutibles alarmas producidas por los avances tecnológicos, la fragmentación digital y sus efectos en el empleo.
A finales de 2019 más del 50% de la población mundial estaba conectada a internet. Dos tercios de la población mundial posee ya un dispositivo móvil. Si bien la tecnología digital está generando enormes beneficios económicos y sociales para gran parte de los ciudadanos, cuestiones como el acceso desigual a internet, la falta de un marco global de gobernanza tecnológica y la inseguridad cibernética representan riesgos significativos. La incertidumbre geopolítica y geoeconómica -incluida la posibilidad de un ciberespacio fragmentado- también amenaza con evitar el equilibrio y la bondad de las tecnologías de próxima generación.
Pero a su vez, y como un riesgo colateral de más graves consecuencias, la cuarta revolución industrial -la revolución digital- va a transformar y dividir el mundo del trabajo en los próximos años. De hecho, ya lo está transformando. Es necesario concienciarse de la extraordinaria importancia de estos cambios globales que están redefiniendo los mercados laborales en la práctica totalidad de países del planeta. La aparición y posterior desarrollo de nuevas formas de trabajo están modificando el concepto del mismo y el conjunto de las relaciones del contrato laboral. Todo ello llevará sin pausa a una polarización marcada del empleo, con las consecuencias inmediatas de una mayor desigualdad salarial y un aumento de la pobreza.
Las máquinas y la inteligencia artificial no podrán sustituir en su totalidad a las personas. Pero la automatización, la inteligencia artificial y la 'gig economy' (trabajos en línea subcontratados en un proyecto) pueden tener un impacto bipolar, positivo y negativo en la estructura del trabajo, de distinta amplitud. Pueden crear nuevas oportunidades y nuevos empleos y al mismo tiempo pueden eliminar los trabajos más duros, más repetitivos y de condiciones menos higiénicas y deseables. Aun así, las referidas tecnologías también pueden destruir empleos y crear problemas tanto para los trabajadores cualificados como para los que no lo son. No es difícil dar con cuadros y gráficos que muestran la incursión de la tecnología en el trabajo actual, señalado su variación, por tipos de trabajo, entre 2022 y 2019. Mientras que las funciones de dirección se han visto afectadas de manera moderada por las máquinas (28% versus 19%), los trabajos de información y procesamiento de datos han experimentado una mayor claudicación (62% versus 47%) ante la tecnología.
Un reciente informe ha cifrado en el 61% de la población activa mundial el número de personas que creen que su actual trabajo se verá afectado por los cambios tecnológicos en curso.
Si esto es así, el propio contrato social puede hallarse amenazado por la brecha digital. Con las reservas necesarias, hasta el momento actual, el sistema vigente ha venido facilitando a quienes trabajan y pagan sus impuestos el acceso a una red social, educacional y sanitaria y a un retiro digno. Este principio puede desmoronarse.
Para evitarlo la iniciativa privada y la pública tiene que asociarse en torno a una recalificación inteligente y masiva de la población laboral activa. Las palabras claves son formación adaptada y formación permanente, educación, conocimiento, modificación y mejora de hábitos en la escalera tecnológica digital. Pero también la asociativa y empática para el mayor número de trabajadores. En resumen: reforma y mejora de habilidades, competencias y destreza ('upskilling' y 'reskilling').
El Estado debe incorporar estas realidades en los modelos de educación básica. Pero una especial responsabilidad recae en la Universidad por su capacidad única para la inclusividad y servir de puente entre las brechas sociales, económicas y digitales. Si el concepto de trabajo evoluciona constantemente, nuestro sistema de educación superior tiene que equiparar su dinamismo y capacidad de adaptación al de las tecnologías que nos envuelven. La senda comienza por una adecuada educación, y a través de la habilidad adecuada conduce al trabajo adecuado de mañana.
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