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Hace unos días, llamábamos la atención sobre las respuestas de miedo ante la incertidumbre que produce la epidemia que vivimos. También lo hacíamos acerca de la afectación específica que esta situación y la propia cuarentena pudiera tener sobre personas afectas de algún trastorno mental y ... sus familiares. A raíz de ese artículo de opinión, muchas personas dicen «bueno, muy bien, informados... ¿pero ahora qué hacemos?». En mi opinión, cabría hacer varias cosas, algunas de las cuales ya se están haciendo. Naturalmente todo pasa por identificar y apoyar a pacientes de alto riesgo.
En lo que se refiere a los pacientes ya diagnosticados y con tratamiento en curso, implementar todo lo que tiene que ver con medios telemáticos. Desde controles telefónicos frecuentes hasta videoconsultas con aquellos pacientes que lo necesiten a través de psicoterapias de apoyo y control de las medicaciones si procediera. Hay que asegurar que los pacientes tengan suministros adecuados de medicamentos para evitar la interrupción de la dosificación. También apoyo a familiares y a cuidadores de personas dependientes resolviendo sus dudas. Muchos pacientes y sus familiares muestran sentimientos de abandono al perder el contacto con sus médicos o con sus tutores. El papel de los profesionales es reconocer y normalizar las reacciones de angustia, enseñar a los pacientes a reconocer sus propias reacciones de angustia y comportamientos de riesgo para la salud, y alentarlos a autocontrolarse.
El manejo temprano de estas respuestas puede ayudar a que no se conviertan en perjudiciales. Puede ser útil discutir estrategias para reducir la angustia, (por ejemplo tener preparado un plan personal o familiar por si hubiera algún tipo de descompensación). ¿A dónde y a quien llamo si tengo problemas? Hay que respetar siempre las medidas de higiene personal y de la casa y cumplir con las recomendaciones de los servicios sanitarios. Se debe instruir al que lo necesite en medidas preventivas cotidianas (por ejemplo, lavarse las manos con frecuencia, mascarilla o codo para la tos). Mantener un sueño reparador, comidas regulares y hacer ejercicio, (recomendamos aquellos que estén controlados o diseñados por profesionales de educación física). Es muy importante limitar el uso de alcohol, tabaco y otras drogas. Muy útil resulta hablar con sus seres queridos sobre preocupaciones que puedan estar en un primer plano y hacer ejercicios de relajación que incluyen respiración diafragmática y relajación muscular. Animamos a participar en pasatiempos y actividades agradables. Es muy conveniente, mantener la mente activa (leer libros, revistas, escuchar música…). Reducir al mínimo el tiempo que dedicamos a ver noticias sobre la epidemia o escuchar rumores. No deberíamos hacerlo más de dos o tres veces al día y buscar siempre la información en fuentes documentadas.
Cuando un paciente u otra persona experimente una angustia emocional severa, presente una recaída o empeoramiento de una enfermedad mental y esté usando regularmente psicofármacos o piense en lastimarse a sí mismo o a otros, se debe consultar, si es posible con un especialista en psiquiatría o salud mental, o alternativamente dirigirse a un servicio de urgencias. También cabe informar sobre las reacciones al estrés a los colegas médicos de salud general para que puedan anticipar y responder adecuadamente a estas situaciones. En definitiva, un contacto clínico más frecuente puede ayudar a abordar las preocupaciones emergentes, lo que puede evitar exacerbaciones graves u hospitalizaciones.
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