Sábado noche

Viéndose venir justo eso, la revolución de los espíritus libres, y estando las UCI como están, el lehendakari sorprendió ayer con el anuncio de que «trabajan» en un decreto que se aprobará el viernes y adaptará a la nueva situación las medidas que están en mano del Gobierno vasco. El problema es que la mano autonómica aprieta menos sin la excepcionalidad constitucional. Y también que el decreto entraría en vigor el lunes, permitiendo así que el sábado el ciudadano se erija en legislador a medianoche y concluya que, si ni en Vitoria ni en Madrid están los gobernantes dispuesto a afrontar las consecuencias de sus actos, él se larga a su segunda residencia, o de cena con los amigos, o de fiesta-ibiza-locomía, bajo su propia responsabilidad. La situación promete ser disparatada. Los gobiernos se ausentan y los jueces calientan: todo terminará sobre sus mesas. Ayer la ministra de Sanidad insistió en la autoridad semicómica del Consejo Interterritorial de Salud y en las «herramientas» que tienen las comunidades para combatir al virus sin estado de alarma. Lo que no explicó es qué hacemos entonces en estado de alarma desde octubre.

Lo más difícil para los estrategas en una campaña es la jornada de reflexión. «¡Ahora hay que inventar algo auténtico!», se oirá gritar en esas 'war rooms' cuando llega el momento de volver natural lo artificial, o sea, al candidato. El método a seguir suele tener que ver con cosas muy originales, como la naturaleza o las mascotas. No se conoce aún al candidato que dedique la jornada a practicar artes marciales mixtas, irse al bingo con los amigos divorciados y darle caña al 'Tinder'. Lástima, claro. Ayer los candidatos madrileños hicieron lo de siempre, aunque Ayuso pareció exponerse lo mínimo posible y Ángel Gabilondo avisó de que iba a aprovechar para «pensar exactamente en Madrid». Con la tranquilidad de que a Gabilondo no se le escapó un solo pensamiento hacia Segovia o Toledo, reflexiona uno si no sería mucho mejor que las campañas fuesen al revés: un solo día de aspavientos y catorce de paseos, perritos y armonía.

El sábado se cumplió el plazo que dio Pere Aragonès para pactar con Junts un gobierno en Cataluña. Podría parecer otro fracaso en la negociación de dos partidos que se exhiben de acuerdo en lo importante, pero por supuesto no lo es: ayer, sobre la bocina, Esquerra y Junts no alcanzaron un pacto, pero sí «un punto de inflexión». Bueno, eso dice Esquerra. Elsa Artadi, que es de Junts, dice que ella no ha notado «nada extraordinario». Podría haber añadido que Cataluña sigue como siempre, sin gobierno. Y rematarlo con un olímpico «¿Y qué más da?».