Urgente Grandes retenciones en la A-8 y el Txorierri, sentido Cantabria, por la avería de un camión

«Esto es como cuando Belén Esteban decía que se iba y volvía al mes haciendo un Deluxe para ganar audiencia», escribió el lunes un tuitero minutos antes de la comparecencia de Sánchez. Lo que viene siendo un belenazo de toda la vida, vaya. Así ... sí entiendo yo los análisis políticos, que mucho tertuliano y mucho exégeta de cartas a la ciudadanía y mucho pedrólogo pero el secreto, como casi siempre, está en los clásicos.

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Belén no se iba de 'Sálvame' unos días con el fin de reflexionar, sino para curarse porque «estaba malita» o para operarse la nariz, el pecho y las bolsas de los ojos. Al poco tiempo, reaparecía a todo lo que daba la mata: bajaba las escaleras del 'Deluxe' entre aplausos y vítores creyéndose una vedete del Paralelo, se sentaba frente a Jorge Javier, abría la boca y a media España se le paraban los pulsos.

Los belenazos los vi siempre en casa, sacrificando la salida del viernes por la noche por más que el cuerpo se me hubiera puesto golfo. «Pues sal si te apetece y mañana ves el programa», me decía mi santo. Acabáramos. Como si él fuera capaz de no ver un partido del Madrid en tiempo y forma oportunos. Como si contemplar en directo a la Esteban mirando a cámara y soltándole a la Campanario «Espero que tú te cures, ¿sabes de qué? De la maldad que tienes» no fuera más emocionante que un golazo de Bellingham. El lunes también asistí a la reaparición de Sánchez desde el sofá y también me pregunté qué pasará qué misterio habrá, y también sacrifiqué la salida (al pilates, esta vez), y también se me pararon los pulsos. Pero no hubo pedrazo alguno. Belén, en cambio, nunca decepcionó. Ojalá Sánchez quejándose de la máquina del fango con «¡Ni que fuera yo Bin Laden!».

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