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Restringir fino
Furgón de cola ·
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Furgón de cola ·
El Gobierno vasco permite comprar café en los bares, pero recomienda no tomarlo en la calleEl Gobierno vasco rectifica: los bares pueden vender café para llevar. El portavoz Zupiria reconoció ayer que estos negocios sufrían un agravio comparativo respecto a las panaderías que en tiempos de cierre hostelero servían cafés como si tal cosa. Pero al tiempo el portavoz advirtió ... del peligro de beber y comer en la calle. Por un instante, dio la sensación de que el Gobierno vasco le permitía al ciudadano adquirir un café para llevar en un bar, pero le recomendaba deshacerse de él al instante, puede que lanzándolo con fuerza hacia una zona segura y despoblada como si fuera una granada, gritando tal vez «Achtung!», que es una voz germánica y por tanto imponente en términos de alerta y dramatismo.
La intención del Gobierno vasco es comprensible: evitar que la gente termine haciendo de los bancos o las jardineras remedos de terrazas donde compartir sin mascarilla cafés y conversación. Sin embargo, el Ejecutivo pasa por alto que hay trabajos en los que a uno, si le cierran los bares y restaurantes, no le queda más remedio que buscar un sitio en la calle donde comer algo. Al mismo tiempo, habrá sin duda trabajos donde el tumulto sin mascarillas se dé en la sala habilitada para comer y los trabajadores encuentren más seguro y razonable sentarse a solas en un parque o una plaza bien aireada para tirar de táper o bocata.
La solución pasa por supuesto por el sentido común, que es una virtud sobre la que siempre es difícil legislar. Pero, si el objetivo consiste en aprender a convivir con el virus mientras sea necesario, quizá debería tomarse el episodio de los cafés como ejemplo para ir ajustando las normas sin mayor dramatismo, intentando encontrar el equilibrio entre la salud colectiva, que es lo primordial, y la economía o el bienestar psicológico de la población, que son cosas que tampoco están nada mal. Afinar la restricción no debería verse como una contradicción sino como la búsqueda de organizar mejor un asunto complejo y excepcional. Hay lugares que casi invitan a hacerlo. Los cines, teatros y salas de conciertos, por ejemplo, que son lugares en los que uno se sienta y se está quieto y callado, con la mascarilla siempre puesta. O los entrenamientos al aire libre de equipos deportivos que ya se venían organizando sin problemas para trabajar en pequeños grupos controlados.
'VEGA'
No hay motor de progreso comparable a los malos sentimientos. También por el lado aeroespacial. Kennedy dejó claro que a él no le interesaba llegar a la Luna: le interesaba llegar a la Luna antes que los rusos. Pues ahí que fue Neil Armstrong. «Es un pequeño paso para la humanidad, pero es un gran paso para Cataluña». No, eso no lo dijo Armstrong en 1969. Concéntrense. Eso lo dijo hace una semana Jordi Puigneró, consejero de Políticas Digitales del Govern, al anunciar la creación de la Agencia Espacial Catalana y la puesta en órbita de dos satélites el próximo año. Justo eso, poner dos satélites en órbita, uno de ellos español, era lo que pretendía hacer el cohete 'Vega' de la Agencia Espacial Europea que ayer se desvío lamentablemente de la trayectoria prevista ocho minutos después del despegue. «Esto sí que es un fiasco», tuiteó al instante Puigdemont, abriendo en mi opinión una posibilidad interesantísima: el conflicto milenario entre Cataluña y el Estado circunscribiéndose en adelante a la carrera espacial.
PSOE
Advertían los analistas de que el siguiente conflicto social no tendría que ver con la lucha de clases, sino con la lucha de generaciones, pero no esperábamos que el fenómeno fuese a circunscribirse al PSOE. Ayer, después de que históricos del partido como Alfonso Guerra o Rodríguez Ibarra criticasen con dureza el apoyo de Bildu a los Presupuestos, Adriana Lastra dijo que ella escucha «a nuestros mayores», pero que les toca a ellos dirigir el país. «Somos una nueva generación», decretó Lastra. Y sonó como si la portavoz del PSOE ya hubiese dado la orden de ingresar a los héroes de 1982 en una residencia. Hasta se la imaginaba uno haciendo la llamada fría e implacable: «Buscadles algo en Suresnes, que está lejos y les traerá recuerdos». Dejando a un lado lo que debe de satisfacerle a Bildu el repudio socialista a los padres fundadores del régimen que quieren tumbar, Adriana Lastra no debería confiarse por el lado generacional. Que nadie se endurece en un Starbucks. Y ya advertía Sabino Méndez en un artículo de que los viejos acaparan la furia y las recetas para los medicamentos asombrosos: «Han vivido todo y siguen ahí. No tienen nada que perder. Cuidado con ellos».
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