Los firmantes de este artículo somos personas comprometidas con los valores progresistas, a los que hemos dedicado años de vida y altas dosis de entrega e ilusión. Hablamos de principios opuestos al discurso y praxis de la derecha, escorada hacia posiciones cada vez más extremas ... en el ámbito político y más neoliberales en el modelo social y económico.
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Debemos poner el acento en aquello que nos une: una apuesta firme por la unidad de la izquierda vasca para reforzar su protagonismo y liderazgo en Euskadi. Discrepar es sano. Escuchar y dialogar desde el respeto, acordar para avanzar y responder a los retos a los que nos enfrentamos es una prioridad frente al insulto, la confrontación estéril y la parálisis, especialmente en un momento de crisis.
El 12 de julio tenemos una cita con las urnas. Será una jornada marcada por el impacto del Covid-19 y el temor a nuevos brotes. El resultado marcará nuestro devenir para los próximos años en un mundo convulso y complejo, en el que los interrogantes son más que las certezas. En Euskadi apelamos a conceptos como estabilidad y gobernabilidad, tan del gusto del PNV y el PSOE para justificar su alianza, cuando deberíamos pensar en la defensa de la pluralidad, la diversidad, la flexibilidad y la capacidad de adaptación a un entorno en el que todo puede cambiar de una día para otro.
Corremos el riesgo de votar por resignación y no por convicción. Son muchos años de pacto PNV-PSOE y la fórmula parece agotada. Cada una de estas dos formaciones actúa como freno de la otra sea en materia de autogobierno o de políticas sociales. Se pueden repartir los cargos en un Gobierno, pero no se puede liderar un país sin un proyecto compartido. Apelar al pragmatismo significa remar a favor de iniciativas de corte neoliberal. Nuestra aspiración pasa por recuperar la ilusión y la confianza en la política como motor de cambio, dos sentimientos que PNV y PSOE no son capaces de transmitir. Han sido hábiles para hacernos creer que son buenos gestores sin serlo -el 'caso Zaldibar' es un ejemplo- y sagaces negociadores en Madrid sin haber cerrado aún las principales transferencias pendientes más de cuarenta años después de la aprobación del Estatuto.
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Podemos continuar en este declive lento o reivindicar otras fórmulas que conecten con la sociedad vasca y sean capaces de articular propuestas más efectivas y eficaces para superar las crisis sanitaria, social, económica y climática a las que nos enfrentamos. Las soluciones no llegarán nunca de la mano de quienes son parte del problema. Sabemos que la privatización y los recortes en la sanidad pública y las residencias se cobran vidas; que cuando tienes un trabajo precario y mal pagado, en un revés pasas a ser pobre; que cuando no respetas el medio ambiente, éste te recuerda que el consumismo desaforado constituye una amenaza y que los recursos no son infinitos. Y todas estas calamidades no son fruto de la casualidad sino de decisiones que se toman en consejos de gobierno. Y Euskadi no es una excepción.
Nos hemos instalado en un falso confort que nos anestesia. Necesitamos mirarnos al espejo y conocer nuestra realidad. Hemos tenido una educación y una sanidad de calidad; nuestros servicios sociales han sido un ejemplo para otras comunidades y disfrutamos de un nivel de bienestar que debemos potenciar. Todo esto puede ser cierto, pero también insuficiente. No se puede vivir eternamente de las glorias del pasado y condenar a las nuevas generaciones a un futuro peor. Euskadi necesita construir una alternativa de izquierda con vocación de movilización social y voluntad de gobernar. Somos un país más progresista que conservador y, sin embargo, tenemos un Ejecutivo instalado en la gestión gris de la rutina.
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Es necesaria y urgente la constitución de un frente amplio de la izquierda vasca que contribuya a recuperar la ilusión de mucha gente decepcionada, que sea agente aglutinador de un cambio de ciclo, que sume voces federalistas, confederalistas, independentistas, autonomistas y todas aquellas que quieran trabajar por una Euskadi más social, más justa, más igualitaria, más participativa, más feminista y más comprometida con la sostenibilidad.
Solo así se podrá alterar el estatu quo del mapa político-electoral en Euskadi. Este proceso necesita un tiempo de maduración de cara a impulsar esta nueva mayoría y sabemos que habrá obstáculos en el camino.
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La campaña contra bienes y personas en protesta por la huelga de hambre del preso Patxi Ruiz no ayuda. Estas prácticas son un lastre también para la izquierda abertzale, a la que se pretende culpabilizar de aquello que repudia porque no tiene espacio en su apuesta por las vías políticas y democráticas. Nos consta que su compromiso es sincero en la medida que ha defendido la desaparición de ETA y el fin de toda expresión de violencia. Ahora le toca dar los pasos necesarios para ser más plural y abrirse a otras sensibilidades si de verdad aspira a ganar un mayor respaldo social y una mayor capacidad de influencia.
Suscriben también: Isabel López Aulestia, Jose Navas, Garbiñe Atxukarro, Paul Nicholson, Roberto Lazpita, Mari Jose Castillejo, Joseba Méndez, Ricardo García, Joseba Cobo, Aarón Rodríguez, Blas Sánchez, Gaspar Antolín, Raúl González, Salva Santos y Jordi Pedrosa.
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