De usted depende cómo afrontar este año académico. Me refiero al suyo, no al de sus hijos. Para ello, antes debe tomar una decisión: tendrá que pensar en qué zona de la clase se quiere sentar. Existen tres en las que podemos instalarnos en tiempos ... de incertidumbre como los que vamos a vivir a partir de septiembre en nuestra nueva 'vuelta al cole'. En nuestra mano está sentarse en un pupitre u otro. Las aulas siguen aún libres y puede usted hacerlo donde quiera.
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La primera zona es la del final de la clase, la que tradicionalmente ha sido la de los 'malotes'. Este año se va a llamar la «zona del miedo». Es aquella en la que nos instalamos los que dejamos actuar a la amígdala para que la adrenalina y el cortisol fluyan a raudales por nuestra sangre. Aquella en la que manda la ira y el resentimiento. Aquella en la que se instalan los que dedican la mayor parte de su día a buscar culpables. Ahora mismo los encontrará buscando compulsivamente noticias negativas, da igual cuál; lo importante es demostrar que el mundo se va al garete. No se preocupe; desde su barrera tienen la varita mágica para solucionar todo de manera radical, aunque la pena es que jamás han dado un paso al frente para hacerlo. En una cosa tienen razón: vivimos tiempos difíciles, eso es innegable. Pero sólo dedicándonos a poner palos en las ruedas de quien quiere echar a andar no vamos a conseguir nada.
En la zona intermedia del aula se ubican la mayoría de los alumnos. Este año la llamaremos «zona del aprendizaje». En estos pupitres se sientan las personas que probablemente ya pasaron por la zona del miedo, pero que después de analizar y entender durante este verano de qué va esta 'nueva realidad' ya han desarrollado una mayor conciencia de la situación y piensan antes de actuar. Vamos, que le ponen neocórtex a esa sobrerreacción emocional de la amígdala. Estas personas son capaces de identificar las emociones que corren por su cuerpo. Por lo que, por ejemplo, antes de difundir cualquier noticia la contrastan o hacen un esfuerzo por empatizar y ver cómo influirá en los demás, ya que son conscientes de que hay personas que lo están pasando peor que ellos. En el recreo comentan entre sí que saben que en estos tiempos la mayoría de nosotros estamos tratando de dar lo mejor de nosotros mismos como buenamente podemos, con mayor o menor éxito, pero desde la buena voluntad. Estos alumnos están aprendiendo mucho de esta situación que estamos viviendo ¿Que qué más se le puede pedir a un alumno? De eso va el cole o la escuela de la vida: de aprender. Pero aprender sin ponerlo en práctica es como arar y arar sin plantar una semilla, como decía Platón.
En los pupitres delanteros se sientan esos 'plantadores' de semillas. Es la llamada «zona de crecimiento». Son los que al salir de clase se convierten en alumnos en prácticas. Los que pasan de la teoría a la acción y hacen crecer los bosques. Han aprendido en la escuela de la vida y crecen a pesar de la adversidad que nos está tocando vivir. Se adaptan a una 'nueva realidad'. Saben no sólo identificar emociones, sino además gestionarlas. Construyen su futuro en base a lo que ahora tienen, no a lo que les gustaría tener ya. Aplican las lecciones aprendidas en la escuela de la vida para generar nuevos hábitos. Van a pasar el curso con nota: la próxima crisis les encontrará más fuertes que antes. Saben que lo fácil es el derrotismo, pero no buscan la vía fácil, sino la de ser mejores personas y la de hacer avanzar a nuestra sociedad desde la esperanza. Viendo los problemas como desafíos, como oportunidades.
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Unos pocos permanecemos eternamente anclados en los pupitres de la ira y el resentimiento. Son los repetidores. No aprendieron nada en 2008 y tampoco se espera que lo hagan ahora. Muchos otros nos encontramos en una zona intermedia, relativamente adaptados a esta 'nueva realidad' que ya empezamos a incorporar como rutina. Pero somos pocos aún los que a partir de este aprendizaje estamos creciendo.
Este curso escolar que en breve comienza nos ofrece la oportunidad de crecer como individuos y al mismo tiempo de aportar todos al conjunto de nuestra sociedad. Aplaudir el trabajo heroico de nuestros sanitarios fue muy loable. Pero ahora, a la vuelta de las vacaciones, nos toca dar un paso al frente al resto. Unos ayudando a salir cuanto antes de esta situación desde su trabajo diario y otros desde su entrega de tiempo a los demás.
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Tan sólo hay un requisito para ocupar en septiembre esos primeros pupitres de clase: una actitud de gratitud, positivismo y esperanza. Con sacrificio. Caeremos, pero nos levantaremos. No será fácil. Pero únicamente de cada uno de nosotros depende el tipo de alumno que queremos ser este próximo curso que ahora comienza.
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