¿Pueden triunfar las protestas en Argelia?
Historiador. Especialista en el Mundo Islámico contemporáneo
Viernes, 24 de mayo 2019, 00:55
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Historiador. Especialista en el Mundo Islámico contemporáneo
Viernes, 24 de mayo 2019, 00:55
Ya van tres meses de protestas ininterrumpidas en Argelia. Tumbaron la candidatura del 'presidente-zombie' Buteflika y sin duda gozaron de cierta complicidad tácita por parte de otros segmentos de la oligarquía gobernante, muy dispuesta a reemplazar a la facción de Bouteflika por la suya ... propia. Sin embargo, las protestas han continuado y cuestionado el sistema en sí.
Cuando Argelia consiguió su independencia de los franceses, la tiranía extranjera fue sustituida de inmediato por una tiranía autóctona que ha gobernado el país hasta el día de hoy. La retórica de izquierdas ha velado la realidad de un despotismo ilustrado y desarrollista, pero despótico de todos modos. La oligarquía dirigente puede jactarse de grandes realizaciones positivas en el orden material y cultural. Sin embargo, esta labor positiva es como la de un grupo de propietarios que invierten para mejorar su finca. El grueso de los beneficios será para ellos; no para los braceros de la finca, es decir, los habitantes.
Cuando en 1986 los precios del petróleo se hundieron casi de la noche a la mañana, quedaron en evidencia las carencias del sistema. Chadli Ben Jedid quiso ser una mezcla argelina de Gorbachov y Adolfo Suárez. Sus colegas le dejaron hacer porque creían que el Frente de Liberación Nacional (FLN) iba a ganar. Lo que sucedió es que triunfaron los integristas. ¿Bueno, y qué? EL FLN mantenía el control absoluto de la Policía, el Ejército, los tribunales… Aunque el Frente Islámico de Salvación hubiera planeado dar un autogolpe de Estado y perpetuarse en el poder para convertir Argelia en una nueva Arabia Saudí o un nuevo Irán, no habría podido hacerlo ni impedir la convocatoria de nuevas elecciones cuando tocase. La guerra civil estalló porque el FLN no estaba dispuesto a compartir el poder.
Ahora las masas se echan a la calle con persistencia, día tras día, semana tras semana, desde el 22 de febrero de este año, para decirle al FLN que exigen una democracia de verdad. Los islamistas violentos ya no sirven como espantajos porque el régimen los barrió del mapa durante la guerra civil. Por lo tanto las protestas continúan. De momento son masivas pero pacíficas y parecen estar bien organizadas aunque no hay líderes visibles. Ahora bien, nada garantiza su victoria.
Por el momento el régimen no está intentando reprimir las protestas. Parece que juegan a dejar que las masas se desahoguen hasta que acaben cansándose. En pocos meses se celebrarán 'elecciones' que podrían servir para un lavado de cara del régimen, igual que la detención de muchas personas del entorno de Buteflika. Después, si todavía protesta alguien, habría llegado el momento de una drástica represión.
El problema es que el régimen no va a cambiar. Puede que el nuevo equipo dirigente sea más eficaz, lo que podría acallar las protestas a corto plazo, pero el sistema va a seguir siendo una oligarquía despótica. La corrupción no es una lacra del sistema sino que es el sistema en sí mismo. Por lo tanto, el margen de mejora potencial de cualquier nuevo Gobierno es muy reducido, incluso aunque el círculo dirigente comprendiese que la corrupción supone una amenaza para la supervivencia del régimen a medio plazo e intentase imponer cierta disciplina.
En última instancia, el régimen ya ha demostrado que está dispuesto a todo para mantenerse en el poder, incluso a librar guerras de exterminio que se prolonguen durante años, como ellos mismos hicieron a partir de 1992 y como han hecho los Asad en Siria a partir de 2011. Sin embargo estos métodos de ultraviolencia funcionaron contra adversarios temidos y odiosos como el GIA o el Estado Islámico, que le daban tanto miedo y asco a gran parte de la población que esta acabó cayendo en el bando del régimen como mal menor. Contra una oposición democrática y laica, el resultado podría ser muy diferente.
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