La evolución del voto no nacionalista en el País Vasco está teniendo una especial atención después de que estas elecciones autonómicas se hayan resuelto con un Parlamento en el que PNV y Bildu suman 52 de sus 75 diputados. El descenso de los partidos de ... implantación nacional se aprecia, especialmente, si se observa el proceso de declive que se ha experimentado desde 2001.

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La explicación de esta tendencia puede encontrarse en las particularidades que afectan a cada una de estas fuerzas políticas, pero también hay otras razones de carácter general que pueden estar influyendo en esta declinante evolución. Se ha hablado del sistema educativo, de la moderación de las posturas nacionalistas, de los éxitos políticos de la representación nacionalista en el Congreso… todas ellas pueden haber influido y lo pueden seguir haciendo. No obstante, me atrevo a apuntar a un fenómeno menos citado, pero en mi opinión muy relevante, como es el desigual seguimiento y valoración que la sociedad vasca hace de los asuntos públicos.

Si miramos lo ocurrido durante el transcurso de esta pandemia veremos cómo la sociedad vasca ha participado en el análisis de las críticas que se han hecho a la gestión del Ministerio de Sanidad. Todos conocemos los errores del ministro Illa y del epidemiólogo Fernando Simón y sus contradicciones en materias como la conveniencia del uso de mascarillas. Sin embargo, va a ser más difícil escuchar a vascos que analicen las incoherencias que sobre esta materia ha vertido la consejera Murga, que ha pasado de decir que «las mascarillas no sirven» y que «su uso no previene para coger la infección» a dictaminar, tiene potestad para ello, bajo la amenaza de sanción, que debemos usarla en cuanto abramos la puerta de casa.

Más aún, cualquier ciudadano vasco informado podrá dar datos respecto de los recortes de la sanidad madrileña y la supuesta privatización del sistema al que se acusa de ser parte del problema. Por el contrario, de los recortes en Osakidetza que los sindicatos denunciaron en su día no se ha hablado apenas en las calles. Tampoco de que Álava tenga hoy menos camas hospitalarias que hace cuarenta años y que durante la crisis sanitaria fuera preciso habilitar otras instalaciones residenciales y hasta un hotel para albergar a enfermos de Covid. Euskadi ha arrojado una tasa de fallecimientos por Covid un 11% superior a la ya elevadísima tasa española.

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Conocemos los terribles datos de fallecimientos en las residencias de ancianos y también las discusiones sobre si Pablo Iglesias había asumido responsabilidades o si éstas recaían en las comunidades autónomas. Pero creo que serán pocos los vascos que hayan debatido sobre la gravedad de que las residencias públicas de Álava, las dependientes de la Diputación, triplicaran en la tasa de mortalidad a las residencias privadas del territorio.

Toda esta información ha estado a disposición de los vascos. EL CORREO ha informado de cada uno de estos asuntos, como también de las irregularidades en las oposiciones de Osakidetza, asunto que también guarda una correlación con el sistema sanitario vasco en este momento de crisis. Sin embargo, la sociedad vasca parece aceptar estas noticias del mismo modo que escucha el parte meteorológico. Como si fueran algo natural. No suscitan controversia, ni se piden explicaciones, ni decae el prestigio de los responsables políticos que han dado lugar a las mismas. La sociedad vasca tiene un prejuicio favorable hacia la gestión de las instituciones vascas y esto representa un blindaje para quienes las gobiernan. Cualquier crítica puede entenderse como un desprecio hacia las instituciones propias y se cubre con un velo de silencio. No somos así con lo que ocurre en el resto de España, sometido a un juicio severo que tiene su efecto sobre el prestigio de sus responsables políticos y las formaciones a las que representan.

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Sin embargo, las decisiones que se toman aquí, por responsables nacionalistas, son las que nos afectan directamente y con frecuencia quedan fuera del debate público. Las instituciones vascas gestionan el 93'14% de nuestros impuestos y la Administración del Estado representa tan solo el 6'84% de lo que aportamos entre todos los vascos. Sin embargo, la sociedad vasca parece no percibirlo de este modo. Sólo eso puede explicar que en estas últimas elecciones la abstención superase el 47%. Seguimos debatiendo sobre las competencias y el marco jurídico vasco, pero no parece que esa capacidad de autonomía haya venido acompañada de una exigencia en su gestión.

El debate interno solo despuntó en el País Vasco con ocasión de la tensión creada por el Plan Ibarretxe, las disputas identitarias sí fueron objeto de discusión y el constitucionalismo convenció y obtuvo sus mejores resultados. Si las cuestiones sanitarias, educativas o fiscales quedan salvaguardadas por el prejuicio positivo, no hay espacio para la alternancia. Es la consejera Murga quien, pese a que antes decía que era inútil, ha decidido que tenemos que llevar mascarilla para pasear por el monte. Pero puede estar tranquila, nadie va a burlarse de ella con memes que se viralicen en las redes sociales.

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