![Lo político y lo económico](https://s3.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/201812/26/media/cortadas/lazos-cataluna-k90H-U707309277703E-624x385@El%20Correo.jpg)
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Como es Navidad le regalo un remedio absoluto, el ungüento amarillo que le permitirá triunfar en todas las reuniones en las que se hable de Cataluña que, me imagino, serán muchas en esta época convulsa. En cuanto aparezca el tema usted asegura con aplomo: «Este es un problema político que requiere una solución política. El diálogo es el camino correcto, el único posible». Ya está, con tan sencilla pócima se erigirá en un politólogo excelso, en un hombre cabal, perfectamente equidistante, absolutamente equilibrado.
El único problema que tiene es que –quizás no se den cuenta sus contertulios– esta es una propuesta vacía y estéril, por más que su uso esté tan generalizado como el de la aspirina. Si, por el contrario, no le basta a usted con un placebo y quiere ofrecer un remedio, la cosa se complica pues tendrá que explicar de qué hay que dialogar y, como el diálogo solo tiene valor si va asociado a la cesión respectiva, debería también concretar qué está dispuesto a ceder para alcanzar un acuerdo. Con el placebo puede llegar a ser presidente del Gobierno. No está mal. Con la medicina corre el riesgo de ser atropellado por una de las dos multitudes que le observan a uno y otro lado de la calzada.
Porque, a estas alturas de la función, solo cabe dialogar sobre dos cosas: sobre la manera en que Cataluña quedará pacíficamente encajada en el orden constitucional, es decir en España. O sobre la manera en que Cataluña se independiza. Llegados hasta aquí, el diálogo se complica mucho. Los independentistas no están dispuestos, al menos por ahora, a debatir sobre cualquier encaje que huela a autonomismo, ni siquiera en una versión renovada. Y el Gobierno, simplemente, no puede dialogar sobre la independencia, pues ni se lo permite el 'orden jurídico seguro' (¡Qué nuevo concepto tan bonito han inventado para evitar hablar de la Constitución!), ni lo tolerarían sus electores.
Los 'enterados' afirman que en la reunión de Pedralbes se habló de una idea nueva consistente en un doble referéndum. El primero se realizaría en toda España y serviría para reformar la Constitución y elevar el techo autonómico hasta las cumbres nevadas de la Federación o incluso más arriba. Después se votaría en Cataluña la reforma del Estatut a fin de incorporar los nuevos límites. Todo ello aderezado de los convenientes indultos, claro está, para devolver la libertad a los hoy encarcelados y traer de vuelta a casa a los hoy exilados.
El plan es magnífico pero, ¿es también viable? Pues no creo que nadie sea tan iluso como para pensar que se pueda aprobar hoy en España una propuesta de ese tipo, ni que los independentistas se caigan todos a la vez del caballo y acepten de buen grado una nueva autonomía. Carles Puigdemont estaba convencido de convocar elecciones, pero los gritos de ¡traidor! le empujaron a la declaración de independencia. ¿Han cambiado tanto las cosas? No.
¿Entonces? Pedro Sánchez, ese faro que nos guía desde La Moncloa, es un osado iluminado por su propio fulgor, pero no es tonto. Si con esta milonga consigue unos cuantos viajes en Falcon a lo largo de 2019 le es suficiente para marear la perdiz un rato más. Por su parte Quim Torra, ese prodigio de la evolución que tiene el ADN completo –no como usted y yo que lo tenemos bacheado–, gana tiempo. ¿Tiempo para qué? Ni idea, quizás para evitar que el PP se rehaga, Ciudadanos le desplace y Vox crezca.
Mientras nos entretenemos con lo político hemos conocido un pequeño detalle económico. La salida de empresas huyendo del 'procés' alcanza ya a 4.000. No asustó a los independentistas porque el desplazamiento de las sedes sociales, en principio, no significa pérdida de riqueza, al menos mientras no le sigan la sede fiscal y los centros de producción. Por eso, la variable clave a seguir de cerca es la inversión. Bueno, pues ya conocemos cómo ha ido la inversión extranjera, un buen termómetro, durante los tres primeros trimestres de 2018. Los datos son tremendos.
La recibida en Cataluña cae un 17% y la llegada a Madrid sube un 182%. Pero, siendo impactantes los datos relativos, me parecen mucho más relevante los valores absolutos. A Cataluña han llegado 3.692 millones, frente a los ¡69.794 millones! acogidos en Madrid. Los datos, de la Secretaría de Estado de Comercio, se refieren a empresas cotizadas y es posible que el total aminore algo la diferencia. Pero es tan enorme que nada podría colmarla. Así que, a la vista de los datos, me parece una injusticia histórica que Quim Torra no tenga una calle en Chamberí; que Carles Puigdemont no cuente con una plaza en Chamartín; y que Artur Mas no dé su nombre a una avenida en el barrio de Salamanca. Nunca tan pocos hicieron tanto por tantos.
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