¿Es una política fiscal expansiva la solución?
Director de Estudios de Laboral Kutxa. Profesor Deusto Business School
Viernes, 28 de febrero 2020, 23:46
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Director de Estudios de Laboral Kutxa. Profesor Deusto Business School
Viernes, 28 de febrero 2020, 23:46
La política fiscal ha vuelto a escena con un protagonismo inusitado. El momento económico que vive la eurozona, con un crecimiento anémico, hace razonable cuestionarse acerca de la posibilidad de utilizar algún instrumento adicional a la política monetaria. Con los tipos de interés a cero ... y habiendo activado el BCE de nuevo el programa de compras de activos, las posibilidades de generar crecimiento únicamente sobre la base de la política monetaria parecen abocadas al fracaso. Los tipos bajos son una condición necesaria para incentivar el consumo de las familias y la inversión, pero las decisiones intertemporales de los agentes económicos requieren de un horizonte con expectativas positivas, sin incertidumbres de calado. Con una guerra comercial entre las dos primeras potencias económicas, el Brexit, la desaceleración global y los conflictos geoestratégicos, no parece que el futuro esté exento de riesgos, lo que afecta al comportamiento de familias y empresas al retraer el binomio consumo-inversión. Pero, ¿es la herramienta fiscal la solución?
Aparentemente, los tipos al 0% permiten a los gobiernos la posibilidad de financiarse sin que el servicio de la deuda suponga una carga, lo que en principio es un argumento a favor de la utilización de la política fiscal. Sin embargo, esta cuestión requiere de algunos matices. Es importante conocer la situación de las cuentas públicas en términos de superávit o de déficit y el endeudamiento total, porque un programa fiscal tiene efectos en ambos incrementando el déficit -o reduciendo el superávit- y, como éste debe financiarse, elevando el endeudamiento del sector público.
Ello hace que los países con mayor deterioro en las cuentas públicas tengan reticencias a aplicar agresivos planes fiscales, ya que el riesgo asociado a los desequilibrios se paga en términos de prima y encarece la factura de intereses de la deuda pública. Pero el argumento resulta incompleto si no se tiene en cuenta el crecimiento del país. Y es que el ratio de deuda sobre el PIB depende de dos factores: el déficit (o superávit) de las cuentas públicas y el diferencial entre el crecimiento y el coste de la deuda. Si el crecimiento del PIB supera el coste y este diferencial es mayor que el déficit, el ratio de la deuda disminuye. Por ello, un país en fase de crecimiento sostenido puede permitirse en la situación actual un plan fiscal relativamente al margen de la situación de las cuentas públicas debido a que unos tipos a cero podrían permitir no incrementar -incluso disminuir- el stock de deuda con respecto al PIB.
Pero, sin perjuicio de la relevancia de los argumentos previos, la clave es conocer cuál es la posición cíclica de la economía. La idea es sencilla. En situación de pleno empleo las políticas de demanda -fiscal y monetaria- carecen de sentido. Una política fiscal expansiva desplazaría la inversión, lo que implica además una caída del potencial de crecimiento. En cambio, cuando la producción se encuentra por debajo de la de pleno empleo, la política fiscal -y la monetaria- expansiva es efectiva al aumentar el consumo y la inversión, y aproximar la economía a la situación de pleno empleo.
Una discusión adicional es la manera de implementar el impulso fiscal. Caben dos posibilidades: incrementar el gasto público o disminuir los impuestos. La evidencia empírica estima que el poder multiplicador de los impuestos es superior a la del gasto, lo que significa que una reducción impositiva tiene un mayor efecto sobre la producción y el empleo que un incremento del gasto público. Aunque es una cuestión relativa ya que, dependiendo de la situación del país, podría ser más interesante aumentar el gasto. Suele argumentarse que el gasto en infraestructuras es positivo no sólo para impulsar el crecimiento actual, también el futuro, pero es preciso que dichas infraestructuras sean necesarias.
En el caso de la eurozona en su conjunto, la política fiscal estaría plenamente justificada. El problema es que la falta de una Unión Fiscal impide tal medida y no queda más remedio que realizar una aproximación por países. En el caso, por ejemplo, de Alemania, con una desaceleración que casi se ha materializado en recesión, tendría todo el sentido una política fiscal expansiva. Y sería plausible tanto disminuir los impuestos como incrementar el gasto público. La idea, en lo que respecta a esta última posibilidad, sería 'gastar' tratando de atajar las causas de la desaceleración, algo complejo cuando los problemas del sector manufacturero y del automóvil tienen mucho que ver con la guerra comercial, el Brexit y el cambio en el régimen de emisiones. Sin embargo, Alemania no ha invertido tanto en infraestructuras, por lo que tendría todo el sentido poner ahí el foco o, por ejemplo, en atender a los retos medioambientales.
En España las cosas no son tan nítidas. Al margen de su elevado endeudamiento y déficit, una política fiscal expansiva debería tratar de mejorar la productividad de la economía al margen de estimular la demanda a corto plazo. Ello podría lograrse poniendo el foco en el mercado de trabajo o en ámbitos como la educación.
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