El poder de la libertad

El asalto y ocupación del Capitolio, mientras el Parlamento estadounidense se reunía para dar cauce al acceso definitivo de Biden a la presidencia, puede convertirse en catalizador del restablecimiento de la normalidad institucional. Bien sea porque responsables de la Administración Trump continúen dando la espalda a éste en los días que restan para que el nuevo presidente jure su cargo, bien porque apoyen al vicepresidente Mike Pence para hacer efectiva la Enmienda 25 y comunicar su inhabilitación inmediata al Congreso. Pero aunque la legitimidad de los procedimientos democráticos se imponga sobre la sinrazón trumpista, que desembocó en una emulación de golpe de Estado bajo la apariencia de un tumulto espontáneo, la apocalíptica imagen del edificio legislativo tomado por una turba armada y violenta destroza sin duda la visión que los estadounidenses tenían de sí mismos. Los asaltantes adueñándose de las estancias parlamentarias se convirtieron en toda una declaración de las intenciones que seguirán moviendo a quienes persiguen echar abajo la legalidad constitucional.

La democracia ha tomado el control de la situación, pero a un altísimo precio para el entendimiento y la tolerancia en libertad. El 6 de enero de 2021 el populismo extremista hizo realidad algo que parecía imposible incluso cuando los delirios de Trump y sus impulsos autoritarios acaparaban la escena institucional tratando de dividir al país. Miles y miles de estadounidenses saldrán de ésta convencidos de que la próxima vez podrían conseguir lo que el miércoles les fue impedido. Aunque la repulsa ciudadana hacia lo ocurrido sea un clamor. Las imágenes del Capitolio asaltado, además, ofrecen a los populistas de todo el mundo la posibilidad de pensar en algo que hasta a ellos les parecía inimaginable. Mientras el Partido Demócrata se hace con la mayoría del Congreso y del Senado, los destrozos causados por el trumpismo en el Partido Republicano dificultarán la canalización democrática de las preocupaciones y aspiraciones de demasiada gente descontenta.

El próximo presidente dirigirá un país fracturado y las instituciones de Estados Unidos se enfrentan a la disyuntiva de reaccionar ganando terreno de inmediato y sin concesiones contra toda expresión de trumpismo o tratar de enfriar y relajar los ánimos salvando el traspaso de poder del día 20 a la espera de que la Administración Biden se encargue pausadamente de recuperar la normalidad. Aunque ni la 'nueva' Casa Blanca, ni el Congreso y el Senado, ni las instancias judiciales, ni los legislativos de los Estados, ni sus gobernadores podrán afrontar el futuro minimizando la gravedad de la cadena de pulsiones y de las responsabilidades contraídas para que un grupo de exaltados acabara asaltando el Capitolio.

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