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Las desigualdades crecen en Euskadi mientras la exclusión social se cronifica y se extiende a trabajadores en activo por el deterioro del empleoel correo
Jueves, 21 de noviembre 2019, 23:01
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Editorial ·
Las desigualdades crecen en Euskadi mientras la exclusión social se cronifica y se extiende a trabajadores en activo por el deterioro del empleoel correo
Jueves, 21 de noviembre 2019, 23:01
Alrededor de 90.000 personas sufren en Euskadi una pobreza extrema y tienen como única preocupación sobrevivir al día a día. Este colectivo, que Cáritas denomina la «sociedad expulsada», no solo ha crecido en los años de la recuperación económica, sino que en ellos se ... ha agravado su precaria situación. El demoledor informe presentado ayer por la ONG vinculada a la Iglesia católica retrata la otra cara de la Euskadi pujante y moderna que muestran las estadísticas y los discursos oficiales. El documento refleja una lacerante cronificación de la pobreza pese a la palmaria mejora del mercado laboral, al encomiable esfuerzo de solidaridad de las familias y a una potente red de protección social que sitúa al País Vasco como un referente europeo en políticas de bienestar e inclusión. Aun así, los mecanismos existentes para socorrer a los más desfavorecidos se han revelado insuficientes para atender las necesidades reales, según se desprende del estudio. El aumento de las desigualdades y de los ciudadanos que carecen de unas condiciones de vida mínimamente dignas ha de constituir un aldabonazo en la conciencia de las instituciones.
Es un flaco consuelo que Euskadi tenga uno de los más bajos niveles de exclusión social de España: el 15,2% de la población, lo que equivale a 334.000 personas. A ello contribuyen, sin duda, herramientas como la renta de garantía de ingresos (RGI), una decidida apuesta por la solidaridad y la justicia social, al que el Gobierno vasco destina unos recursos sin parangón en el resto del país. Pero el desafío de luchar eficazmente contra la pobreza requiere la creación de empleo de calidad, una formación que permita integrar en el mercado laboral a personas descolgadas de él y políticas públicas que favorezcan el acceso a una vivienda a colectivos para los que ese derecho básico se ha convertido en un lujo fuera de su alcance. No por conocido deja de resultar preocupante que el trabajo haya perdido su capacidad de integración social. Resulta escandaloso que más de una décima parte de los empleados en Euskadi no puedan cubrir sus necesidades básicas por sus bajos salarios y las precarias condiciones en las que están contratados. De esa forma ni prosperará la economía vasca ni será posible atajar unos niveles de pobreza que una sociedad avanzada no debería permitir.
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