Plan Mástil
Furgón de cola ·
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Furgón de cola ·
Con la gente confinada, el PNV intentó trasladar el Aberri Eguna de la carpa a los balconesA hora que sabemos lo que es la pandemia y el confinamiento, se dice que las casas del futuro tendrán todas terraza. La razón es simple: la cautividad enseña lo importante que es el aire libre. Tiene sentido. Aunque a los arquitectos tampoco podemos volverlos ... locos. Más locos, quiero decir. Imagínense que empiezan a diseñar casas llenas de terrazas y la próxima emergencia mundial -ahora sabemos que llegan de verdad- tiene que ver con la lluvia ácida o los francotiradores extraterrestres, imponiéndose la necesidad de que la gente tenga estancias interiores y seguras.
Lo que sí creo indudable es que en las nuevas construcciones debe garantizarse un mástil por vivienda. Respecto a la obra antigua, hay que implementar el 'Plan Mástil'. Lo digo porque ayer, Aberri Eguna, el PNV llamó a colocar ikurriñas en los balcones y el alcalde de San Sebastián, a falta de un buen mástil en su propiedad, casi se descoyunta colocando la bandera en lo que parecía la medianería de un bajo coqueto.
No es sencillo colocar banderas adecuadamente en las casas en las que vivimos. Y, ahora que la intimidad es un espectáculo, no puede estar uno sin dejarle claro al vecindario, mediante una bandera, cuál es su equipo de fútbol o su ideología, valga la redundancia. Lo de ser amable con los vecinos y molestar lo menos posible es el pasado. Ahora hay que expresarse. O sea, que se necesitan mástiles. Quizá también altavoces fijos en los balcones. ¿Podrían encargarse los antenistas?
Yo creo que el PNV se precipitó ayer al hacer el llamamiento sin tener en cuenta nuestra carencia, trágica, de mástiles. Quizá pensaron que arrasarían al tener este año al votante cautivo y no en Noja o Benidorm. Al final, sospecho que en las redes se vieron más prodigios que en los balcones. Ensaladas, por ejemplo, que reproducían la ikurriña. O ese vídeo ya histórico en el que un hombre toca con el acordeón 'Ikusi Mendizaleak' mientras una mujer plancha hacendosa una enorme ikurriña. Yo no sabía que las banderas se planchan, la verdad. Tampoco que el 'community manager' de un partido político podía carcajearse de ese modo en el rostro mismo del peligro. Y de Emakunde.
Mascarillas
El Gobierno establece que el uso de mascarillas es recomendable como complemento a otras medidas más importantes (lavado de manos, distancia social), pero no obligatorio. Eso explica que quienes vayan hoy en transporte público a trabajar tras la hibernación de Semana Santa reciban una mascarilla. Si todo va bien. El plan del Gobierno es facilitar la protección cuando el distanciamiento no pueda garantizarse. La ejecución del plan no es sencilla y veremos cómo funciona mañana en el País Vasco. Sospecho que la gente va a ir a trabajar hasta con la mascara antigás que el abuelo le robó a un brigadista yanqui en Belchite. Por si acaso. Falta Forges para dibujar a un currante dormido en la hora punta del metro que recibe una mascarilla de un agente del orden y se la echa al coleto como si fuese un café, murmurando «chas gracias, cariño» y siguiendo su rutina diaria, trágico y automático, ajeno a todo, también a la Covid-19.
Disursos
Ayer Pedro Sánchez insistió: es la guerra. Y anunció que luego viene la posguerra. ¿Le escribirá los discursos John Rambo? Porque va a ser muy raro que esto sea una guerra y no lo sepan, precisamente, los alemanes. El sábado, el presidente federal alemán, el socialdemócrata Steinmeier, dijo en un mensaje a la nación (tres folios y listo) que la pandemia «no es una guerra». Y habló de responsabilidad individual y soluciones colectivas, pero no en Alemania, sino en Europa y en el mundo. «Es una piedra de toque para la humanidad», dijo Stenmeier.
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